Translate

LA DIGNIDAD [2ª Parte]

Leer LA DIGNIDAD [1ª Parte]
Continuación



Vosotros sois un espejo, gracias al cual Dios se conoce y se contempla a sí mismo.

Sois el corazón luminoso del universo. Todo radia alrededor de vosotros. Sois el Rey del mundo. El monarca universal.

El tiempo de la humildad ha sido superado. He aquí el tiempo del reconocimiento y de la grandeza.

Durante todo el tiempo que usted se haya tomado por un hombre, la humildad ha sido buena y necesaria. El ego del hombre humilde se disuelve fácilmente, el del orgulloso se resiste.

Es por esto que la humildad es prescrita en todas las tradiciones.

En el tiempo de la identificación al hombre, cuanto más humilde sea usted, más fácilmente surgirá el sentimiento de que usted no puede ser esta miserable carcasa de huesos, estos sentimientos inconstantes, y estos pensamientos pueriles.

Cuando miráis al hombre, la humildad es necesaria, y esta humildad tiene por raíz la objetividad, mirar con lucidez lo que es el hombre, y veréis que es muy pequeño.

Pero cuando miráis vuestro Yo Divino, toda humildad es un sacrilegio, pues Dios es grande. ¡No hay nada más grande que Él!. ¡Es el Único, es lo Único Existente!.
¡A El que es nuestra Realidad todo honor y toda gloria!. ¡Exaltémosle!. ¡Exaltémosle para siempre!.

Comprended esto: Estando desidentificados del hombre, sabiendo que vuestro Yo es Divino, la búsqueda de honores, del poder y de la consideración que del tiempo de vuestra falsa identificación constituían un grave obstáculo sobre el camino espiritual, puede ahora ser utilizado como una fuerza enraizándoos en el Despertar.

Vuestro orgullo humano no era más que el sentimiento desviado de vuestra grandeza Divina. Dejando de tomaros por un hombre, es preciso ahora cultivar la sensación de vuestra gloria.

No tengáis temor de volver a caer en el orgullo. El orgullo humano, no es posible más que si uno se toma por un hombre, y lo que nosotros escribimos se dirige a los que han llegado a la estación del Sendero en la cual creerse un hombre, aparece como una confusión risible.

No creáis que la estación de la que hablamos es reservada a los grandes Sabios. Para alcanzar esta estación, es suficiente hacer la prueba del buen sentido, y de percibir la evidencia según la cual nosotros estamos en el hombre, pero el hombre no está en nosotros.

De esta manera, al uso de los que saben que no son hombres, vamos a describir cómo se debe cultivar el sentimiento de nuestra grandeza Divina, a fin de enraizarse más sólidamente en el Despertar constante de cara a nuestra verdad.

Sabiendo que sois el Hijo del Rey, debéis comportaros como un Rey, y esto os será de una ayuda preciosa.

No es una cuestión de alegoría, sino de práctica. Es de una manera muy concreta, que estando consciente de vuestra Realidad Divina, debéis aprender a comportaros de una manera real.

No camináis por la calle con las maneras plebeyas del pequeño hombre, con el cual habéis cometido el error de identificaros en otras ocasiones. Cuando caminéis por la calle, hacedlo estando conscientes de vuestra grandeza y de vuestra dignidad. Vosotros sois el Hijo de Dios, sois su representante en la tierra. No olvidarlo.

Cuando habléis, hablad de una forma real. Hablad sabiendo que Dios se expresa por vuestra boca. Vosotros le manifestáis y El os manifiesta.

Quitad de vuestro Verbo todo lo que es indigno del Mensajero de Dios que sois.

Dad vuestra palabra como una bendición, y preferid guardar silencio más bien que desvelar vuestro Verbo en palabrerías vacías, maledicientes, mentirosas, y otras abominaciones que son el lote del populacho de los dormidos.

En la antigüedad cuando el Rey hablaba, un escriba anotaba sus propuestas sin cesar. Interrogaros cuando habléis: ¿Pueden vuestras propuestas ser inscritas por un escriba?. Si tal no es el caso, ¡cállese!.

El rey humano, no es más que un digno representante del Rey divino que usted es. Aprended pues a vivir con la dignidad del Rey único y universal que vosotros sois.

El escriba es un símbolo de la memoria del universo. Nada se pierde. Todas las palabras que pronunciáis resuenan eternamente. Todo lo que decís es grabado para siempre en la sustancia misma del cosmos. Tomad consciencia de esto, y daros cuenta que la menor palabra de un Rey es un acto grave.

Cuando usted mira, es preciso que vuestra mirada sea una mirada real. Una mirada real es una mirada que tiene altura y distancia. Altura y distancia resultante de la toma de consciencia de vuestra Divinidad. Sabiendo y sintiendo interiormente: “Yo soy los abismos inconmensurables del Espíritu vacío de toda cualificación”, la mirada que usted pone sobre las cosas viene de lejos.

Cuando la mirada de un príncipe del Conocimiento se posa sobre los seres humanos, bien sea que les reconozca como hermanos del mismo Padre Celeste, pues en el Despertar que él ve en ellos, contempla su propia gloria y saborea su propia beatitud, bien sea que constate que se trata de ignorantes que desconocen su realeza hundiéndose en el fango del sueño existencial.

La distancia que separa al príncipe del Conocimiento de los ignorantes es radical. Es una distancia llena de paciencia y de compasión. Pues el ignorante si bien no es más que la presa de una ilusión, sufre de una manera real. El príncipe no puede ayudarle a poner a fin a sus males más que si hay, en el caso de los desgraciados, un deseo ardiente de liberación; pero normalmente las cosas suceden de tal forma que el pordiosero se aferra a su ignorancia y a su sufrimiento, al que ama y se aferra más que a toda otra cosa.

Es así, que el patán rechaza hacerse rey. Es así, que aquel que sufre, rechaza la beatitud. Es así que el ignorante rechaza el Conocimiento.

La proximidad que liga a dos príncipes de Conocimiento es total. Lo que está en uno, está en otro. Pero en este mundo raros son los príncipes de Conocimiento, y la soledad de los Reyes es a menudo grande.

Este mundo es un pozo de exilio. Es un lejano camino del Reino, y los Hijos que vienen a testimoniar al Padre, lo hacen en medio de bárbaros y de sus hábitos abyectos.

Todos los príncipes no tienen el mismo grado de dignidad. Hay algunos cuya gloria radiante es como de mil fuegos, y para un príncipe cuya luz interior es más modesta, es un gran gozo y una alta bendición, encontrar un Hijo de Dios en el cual la Divina gloria se manifieste más intensamente que en él mismo, pues su grado de Despertar es más grande.

No puede haber envidia o celos entre los príncipes. Pues un príncipe auténtico no puede más que regocijarse de ver la gloria de otro hombre de Conocimiento. Si esta gloria sobrepasa la suya, él se alimenta de ella, y esto le ayuda a crecer en la luz.

La luz y la gloria de Dios tienden perpetuamente a expandirse. No se puede conservarlas para uno, y es por lo que el celo hacia un Maestro de Conocimiento no puede existir. Se es celoso cuando aquel que posee, guarda para él Pero cuanto más posee un príncipe del mundo espiritual, con más intensidad da a los ignorantes y a los otros príncipes. De esta manera cuanto más grande es la gloria de los demás más les ama, pues ellos manifiestan con más claridad el único objeto de su amor.

La mirada real que debéis aprender a depositar sobre los seres y las cosas debe tener altura, distancia o proximidad. La compasión está con la distancia, el amor con la proximidad.

Pero es otra la cualidad que debe poseer vuestra mirada real: Es la de la indiferencia. En la indiferencia hay dos cosas: El desapego y la intocabilidad.

El Rey es intocable, y los guardias del cuerpo le protegen contra todo contacto impuro. Pues a causa de la distancia que hay entre él y lo que ve, lo que él ve no le toca. Vosotros sois Rey, pero vuestro reino no es de este mundo, es por lo que nada de lo que veis en este mundo os puede tocar profundamente.

No ser tocado profundamente por las miserias de este mundo, y no precipitarse por echar algunas gotas de agua en el océano de su hoguera, parecerá inhumano a los ignorantes, pero nosotros no hablamos para ellos.

¿Cómo quiere usted que sea humano, aquel que ha dejado de tomarse por un hombre?. No os aferréis a vuestra humanidad. Dejad caer su cáscara. La moral de los ignorantes dice que es preciso cultivar cualidades humanas. Es una moral muy buena para ellos. Pero usted debe superar al hombre.

Algunos tienen temor de que en ellos crezca la indiferencia. Eso sería una falta de amor, dicen ellos. Pero lo que ellos no saben en realidad es qué es el amor, y no saben qué es la indiferencia.

Es por lo que nosotros decimos: dejad instalarse la indiferencia. El rey sobre su litera, cubierto de oro, cuando atraviesa la ciudad baja, mira con indiferencia a la muchedumbre de mendigos, lisiados y hambrientos. Siempre ha sido así, desde el tiempo en que la realeza era Divina y cuando el Rey representaba la encarnación de Dios sobre la tierra. Reflexionad sobre este símbolo.

Diréis vosotros: ¿Qué encarnación Divina ha alimentado a los hambrientos y curado a los enfermos?. Nosotros respondemos: ¿Esta encarnación ha alimentado a todos los hambrientos y curado a todos los enfermos?. ¿Ha sido esto durante toda su vida la esencia de su actividad?. Daros cuenta que aquel que tiene la capacidad de curar a los enfermos y de nutrir a los hambrientos, y que curando o nutriendo solamente algunos, hace muestra de una terrible indiferencia hacia todos los que no ha curado ni
alimentado.

Nosotros os decimos todo esto a fin de que dejéis de ser molestados por el lenguaje de los ignorantes. Pues es una llaga abierta en la realeza el ver a los príncipes escuchar los discursos del hombre en la calle, y es una gran pérdida cuando conforman su conducta a lo que han escuchado.

Estad indiferentes a lo que los demás pueden decir o pensar. Instalad la indiferencia y la distancia en vuestra mirada cuando contempléis las miserias del mundo.

Quien no es indiferente, no está desapegado, y quien no está desapegado no es un Rey, sino un esclavo encadenado al mundo.

Respecto al amor que conviene tener, es el amor a la Luz, y no el amor al bienestar, es decir a la ausencia de sufrimiento.

La humanidad es un velo depositado sobre la Divinidad. Aquel que ama la Luz, desea retirar el velo, y no limpiarlo de los sufrimientos que él contiene.

Aún si este lenguaje es duro, nosotros os decimos esto: “Más vale que el velo sea doloroso de llevar, pues así un mayor número estarán deseosos de retirarlo”.

Pero todo esto es bastante superficial, y origina gran parte de las creencias de los ignorantes. La verdadera razón de la indiferencia del rey es: Cuando el Rey mira el mundo, sabe que mira un sueño desprovisto de realidad.

Poned este conocimiento en vuestra mirada y vuestra mirada tendrá la indiferencia de los Reyes.


CONTINUA LEYENDO LA 3ª PARTE