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Credo del Perennialismo


Sobre la finalidad humana
Creemos que el propósito de la existencia humana es el Conocimiento de Dios.
A través del Conocimiento vivido de Dios, el hombre participa de Su plenitud.
Por otra parte, el ser humano es la manifestación a través de la cual Dios se conoce a Sí mismo.

Sobre la necesidad de la Revelación
Creemos que el ser humano, debido a sus limitaciones y condicionamientos, no puede conocer la Trascendencia divina por sí mismo.

Así, para que la existencia de Dios sea conocida por el Ser humano, Éste debe revelarse a él.


Sobre la multiplicidad de las Revelaciones
Siendo Dios Generosidad ilimitada, no podemos imaginar que para revelarse a la multiplicidad de los seres humanos, Él solo manifestó en la tierra un único Mensajero, un único Portavoz.

No podemos creer que solo reveló Su Verdad en una única tradición, en solo un lugar del mundo. Tiene un Corazón demasiado grande para eso.

Creemos que su Amor sin límites se derrama sobre toda la humanidad sin excepción.

Sabemos que su Gracia incontenible está disponible para todos y se derrama sobre todos.

Por eso creemos que en el curso de la historia humana, siempre que fue necesario, Él se ha revelado a los seres humanos y que todas las religiones, todas las grandes Enseñanzas espirituales, tienen su origen en Él.

Así, para que el hombre pueda cumplir la finalidad espiritual para la que fue creado, Él ha irrumpido repetidas veces en la historia humana. Es en esta diversidad de Revelaciones, que el Dios único concede a los seres humanos, que se fundamentan la diversidad de tradiciones y la fuente de agua viva de las innumerables inspiraciones que Él concede incesantemente a aquellos cuyo Corazón está abierto.

Sobre la tradición primordial
Creemos que el primer hombre y la primera mujer representan los primeros espíritus transmigrantes que se encarnaron en los cuerpos de antropoides evolucionados. Los cuales, dejando de ser animales, se convirtieron en seres humanos teniendo un cuerpo, un alma de origen animal y un espíritu de origen espiritual.

Creemos que, desde tiempos prehistóricos, desde la encarnación en la tierra de nuestros primeros antepasados, Dios concedió al ser humano una Revelación de Sí mismo, y que esta primera Revelación constituyó la tradición primordial.

Todas las demás tradiciones son repeticiones de las verdades esenciales contenidas en la tradición primordial, así como adaptaciones a diferentes contextos históricos y de civilización.

Sobre la importancia de las Escrituras
Creemos que las Sagradas Escrituras de las grandes tradiciones contienen la expresión de las Revelaciones que Dios ha concedido a los seres humanos para que Le conozcan.

Por esta creencia, nuestro perennialismo no es la afirmación de un universalismo espiritual vago e impreciso, en el que entraría cualquier enseñanza que se declare espiritual, y donde se codearía una multiplicidad de contradicciones e incompatibilidades.

Nuestro perennialismo es tradicional, por el acto de fe que nos hace reconocer la autoridad de las grandes Escrituras de la humanidad como fuente de la Verdad.

Sobre la crítica histórica de las Escrituras
A quienes discuten sobre el origen de los textos de las Escrituras, y las modificaciones que pueden haber sufrido a lo largo de la historia, les respondemos con el mismo acto de fe:

Creemos que la divina Providencia, expresión de la voluntad del Todopoderoso, ha procurado que las Escrituras, tal como nos han llegado, contengan los elementos necesarios para la realización espiritual del ser humano.

Sobre la necesidad de un estudio discriminador
En cada una de sus Revelaciones, Dios entregó a los hombres una Palabra, que por un lado estaba en consonancia con los problemas y características de la especificidad del tiempo en que resonaba, y que por otro lado contenía la expresión de Verdades eternas.

Por consiguiente, en nuestro tiempo, debemos estudiar las Escrituras de las diferentes religiones, siendo conscientes del doble aspecto de la Palabra divina. Por eso es fundamental distinguir en cada Escritura lo que expresa un Mensaje universal, válido para todos los hombres de todos los tiempos y de todas las civilizaciones, de lo que se refiere a la especificidad del contexto en el que se dio la Palabra divina y que, en consecuencia, ha dejado de ser válido en nuestro tiempo.

Sabemos que no hacer esto, no distinguir entre el Mensaje universal y atemporal, y la enseñanza ligada a distintas coyunturas temporales, es traicionar la enseñanza divina y abrir la puerta a todos los oscurantismos.

Así, para conocer la Verdad, nuestro primer deber como ser humano es estudiar las grandes Escrituras de la humanidad.

Pero es necesario que nuestro estudio sea discriminatorio, y que en cada Escritura nos esforcemos, con total sinceridad, en distinguir lo específico de lo universal.

Sobre las exégesis necesarias
En las Escrituras, hay un conjunto de pasajes cuyo significado es obvio, pero también hay pasajes oscuros, cuyo significado debe ser aclarado y profundizado.

También hay pasajes simbólicos, que deben ser interpretados. La comprensión literal de ciertas enseñanzas simbólicas ha dado lugar a apariencias de contradicción entre ciencia y tradición.

También hay pasajes que, comparados con las Escrituras de otras tradiciones, revelan apariencias de contradicción. Decimos "apariencias de contradicción", porque no pueden ser verdaderas contradicciones ya que todas las Escrituras han sido reveladas por el mismo Dios.

Estas apariencias de contradicción se deben a diferentes niveles de expresión y ángulos de aprehensión. El trabajo de los perennialistas consiste en disipar estas apariencias de contradicción y demostrar la complementariedad de los puntos de vista.

Sobre la ortopraxia
Al estudiar las Escrituras con un espíritu de discernimiento, no solo estamos buscando una comprensión intelectual de Dios, ya que hay en las grandes escrituras de la humanidad un aspecto "prescriptivo" que no podemos pasar por alto.

Por eso es importante, a través de nuestros estudios, saber qué espera Dios de nosotros, qué quiere Él que hagamos.

Las enseñanzas de las Escrituras deben ser puestas en práctica a nivel de ética, ascetismo, ejercicios espirituales y ritos, en la medida en que no sean nociones obsoletas.

Es a través de esta implementación como el hombre determina nada menos que su futuro póstumo.

Sobre los frutos del estudio
A través del estudio de las escrituras sabemos cuál es la Naturaleza de Dios y los destinos del ser humano. Sabemos también lo que Dios prescribe al ser humano para la realización de su finalidad espiritual.

Por otro lado, en nuestro estudio comparativo de las Escrituras encontraremos la prueba de la validez de nuestra fe en el perennialismo. Porque si la Realidad trascendente y las Enseñanzas dadas por Ella fueran fruto de la imaginación humana, es obvio que estas enseñanzas serían múltiples y contradictorias. Pero cuanto más progresamos en nuestro estudio comparativo, más encontramos que las mismas Verdades fundamentales han sido enseñadas a los seres humanos, en cada época y en todas las civilizaciones.


Sobre Dios como Dueño de la historia
Creemos que Dios, en su Omnipotencia, es el Dueño de la historia humana.

La aparición, la vida, los logros y las pruebas de todas las tradiciones, constituyen la "historia sagrada" de la humanidad.

Siendo Dios el Dueño de la historia, somos profundamente optimistas y sabemos que ninguna época puede ser negativa en sí misma. Cuando la negatividad predomina en un período dado de la historia humana, es porque el ser humano tenía que desprenderse de esa negatividad que tenía en sí mismo, y así preparar la pureza del siguiente ciclo histórico.

Sobre la distinción entre tradiciones vivas y tradiciones muertas
Siendo Dios el Dueño de la historia, sabemos que no es "por casualidad", o por pura causalidad histórica, que unas tradiciones aparecen y desaparecen. La perdurabilidad de una tradición proviene del apoyo del Poder divino, y una tradición sostenida por este Poder, aunque sea perseguida por los seres humanos, no puede desaparecer.

Siendo una tradición una realidad viva, si los grandes representantes de esta tradición son indignos y si por su culpa esta tradición deja de ser un vehículo para la realización del fin espiritual de los seres humanos, deja de ser sostenida por la gracia divina y desaparece. convirtiéndose en una tradición muerta.

El remanente de las tradiciones muertas, es decir tradiciones que ya no tienen un representante legítimo en nuestro tiempo, no puede ser una guía para los buscadores de la Verdad que somos. Al estudiar las tradiciones muertas, con gusto aceptamos reconocer en ellas todo lo que concuerda con las tradiciones vivas, pero lo aceptamos sólo en la medida en que concuerda con la Enseñanza de las grandes Escrituras de la humanidad.

En cuanto a los intentos de "reconstruir" tradiciones muertas, que algunos se han empeñado en llevar a cabo, no son más que iniciativas personales, a menudo desprovistas de un profundo valor espiritual.

Sobre la distinción entre grandes y pequeñas tradiciones
Puesto que Dios es el Dueño de la historia, es por la expresión de Su voluntad que existen "grandes" y "pequeñas" tradiciones. Las "grandes tradiciones" son tradiciones vivas, compartidas a nivel mundial por un gran número de personas y cuyo impacto, a través de sus enseñanzas espirituales, resuena en toda la humanidad. Las "pequeñas tradiciones" son también tradiciones vivas, pero su impacto en el conjunto de la humanidad es mucho más reducido. Lo que no podría existir fuera de la Voluntad divina.

A partir de estas evidencias, notamos la existencia de seis grandes tradiciones, a saber: la tradición hindú, en la que las huellas de la tradición primordial son las más evidentes, la tradición china, la tradición judaica, la tradición budista, la tradición cristiana y la tradición musulmana.

Desde nuestra perspectiva, que es universalista, lo que debemos estudiar como una prioridad en nuestra búsqueda de la Verdad, es el corpus de las Escrituras de estas seis grandes tradiciones. Esto no significa que rechacemos las Escrituras o las enseñanzas de las tradiciones menores, pero como Dios no puede contradecirse, las aceptamos sólo en la medida en que armonicen con la enseñanza de las Escrituras de las grandes tradiciones de la humanidad.

Sobre la ortodoxia y la heterodoxia
En nuestra referencia a las Escrituras de las grandes tradiciones, encontramos un criterio infalible para separar lo verdadero de lo falso. De hecho, cualquier pseudo-tradición, cualquier enseñanza pseudo-espiritual, sólo puede constituir una "pequeña tradición" o una "pequeña enseñanza", que debido a su carácter falaz o distorsionado, estará en contradicción con las enseñanzas de las Escrituras de las grandes tradiciones.

En cambio, cualquier "pequeña tradición", y cualquier "pequeña enseñanza", si es auténticamente espiritual, o auténticamente inspirada por Dios, concordará con las Escrituras de las grandes tradiciones, y la acogeremos en el concierto de expresiones de la Verdad.

Así como dentro de una tradición particular, la ortodoxia o la heterodoxia de un teólogo se determina según su conformidad, o su desviación, en relación con el contenido de la Sagrada Escritura que reconoce la tradición a la que se vincula, la ortodoxia o la heterodoxia de una enseñanza espiritual sólo puede apreciarse según su conformidad, o su desviación, en relación con el contenido de las Sagradas Escrituras de estas seis grandes tradiciones.

Siendo pues para nosotros la autoridad en materia de Verdad las Revelaciones contenidas en las Escrituras de las grandes tradiciones, esto puede llevarnos a criticar a los representantes de estas tradiciones cuando, a causa de sus imperfecciones humanas, encontremos que traicionan o distorsionan el sentido de sus propias Escrituras.

Sobre los grandes Maestros tradicionales
Dentro de las grandes tradiciones, la segunda fuente de autoridad para nosotros serán los grandes Maestros, Sabios o Santos, reconocidos como tales por la tradición a la que pertenecen.

Dentro de la cacofonía espiritual de nuestro tiempo, debemos aconsejar a cualquier buscador de la Verdad que beba espiritualmente de manera prioritaria de la enseñanza de un Maestro espiritual tradicional, o de varios Maestros espirituales tradicionales, después de verificar cuidadosamente la ortodoxia de su enseñanza. En el ámbito espiritual, resulta aberrante "seguir la moda", o "buscar lo nuevo".

Un Maestro espiritual tradicional representa para el buscador de la Verdad una triple ventaja:

Su enseñanza es consistente con las Escrituras de la tradición en la que se sitúa. Si no fuera así, no sería reconocido como "Maestro" por los miembros de esta tradición.

Su enseñanza es quizás más accesible que las Escrituras, debido a la relativa modernidad de su lenguaje. Porque es cierto que ciertas Escrituras, por su antigüedad, a veces son difíciles de interpretar correctamente.

Finalmente, su enseñanza ha sido "experimentada" espiritualmente por una o más generaciones de discípulos, lo que le da todo su valor a la hora de ponerla en práctica

Sobre las enseñanzas fuera de la tradición
Aunque las Escrituras y los grandes Maestros tradicionales sean una fuente de Conocimiento fundamental, y debamos recurrir a ellos para distinguir la verdad del error, no creemos que Dios le hable al ser humano sólo a través de las Escrituras y los grandes Maestros tradicionales.

El Viento de la inspiración divina sopla donde quiere.

La Gracia sostiene a todos los seres humanos que se abren a Ella o están predispuestos a recibirla. A veces son conscientes de ello, y a veces no.

Es así como, aparte de las Escrituras y las tradiciones, encontramos expresiones de la Verdad universal en una multiplicidad de seres humanos.

Notamos que Dios no ha reservado su Conocimiento para los perfectamente puros. No reservó su Palabra sólo para unos pocos elegidos.

Si lo hubiera hecho, a causa de las imperfecciones humanas su Gracia luminosa de la que brota todo Conocimiento, en lugar de ser un torrente que se derrama sobre la humanidad, habría sido sólo el hilo de un riachuelo.

Así es como encontramos enseñanzas espiritualmente válidas, fuera de las Escrituras y fuera de las tradiciones.

 Muchos filósofos, muchos poetas, muchos despiertos, que no pertenecen a ninguna tradición, han conocido y expresado la Verdad.

En ellos se pueden mezclar inspiraciones divinas con prejuicios, rasgos de carácter y condicionamientos puramente humanos. Pero si bien esto nos anima a ser cautos, no debería impedirnos alimentarnos espiritualmente de las pepitas espirituales que contienen.

Nuestra aceptación, incluso parcial, de sus enseñanzas debe hacerse bajo dos condiciones:

La primera es que aceptemos en que dicen solo lo que está de acuerdo con las grandes Escrituras de la humanidad.

La segunda es que lo que dicen esté de acuerdo con grandes Maestros representantes de una de las seis grandes tradiciones.

Al estudiar sus enseñanzas, recordaremos el adagio tradicional:

         “Verdad absoluta en ninguna parte, error absoluto en ninguna parte”.

Tendremos cuidado de no emitir juicio sobre su persona, o sobre su enseñanza como un todo. Porque no sabemos, a priori, qué en ellos proviene de los dones que Dios les ha dado, y qué puede tener como origen sus limitaciones humanas. Nos contentaremos con esforzarnos a la luz, no de nuestra subjetividad, sino de las Escrituras y de los Maestros tradicionales, por determinar, punto por punto: esto es verdad, esto es mentira.

En esta búsqueda, seremos recompensados ​​con destellos deslumbrantes que confirmarán y reforzarán las Verdades tradicionales y, en ocasiones, nos facilitarán su comprensión.

Sobre las enseñanzas de los perennialistas
En nuestra búsqueda de la universalidad de lo espiritual y de la convergencia de las tradiciones, sabemos que se nos han adelantado toda una cohorte de personas, que no son Maestros espirituales en el sentido tradicional del término, pero que entran en la categoría de "pensadores tradicionales".

Estudiamos sus obras con gratitud y respeto. Sin embargo, no idolatramos a ninguno de ellos, y somos conscientes del hecho de que el error puede colarse por todas partes. Por eso, en nuestra investigación, no dudamos en criticar a nuestros ilustres predecesores, cuando nuestra referencia a las Escrituras, nuestros estudios comparativos o nuestro razonamiento personal, nos llevan a considerar que se equivocaron en tal o cual punto.

Sobre la ciencia
Creemos que todo capacidad de conocimiento proviene de Dios, y eso incluye el conocimiento de nuestro mundo.

Por lo tanto, debemos conciliar el conocimiento científico y el Conocimiento metafísico.

Este reconocimiento de la ciencia, como medio de conocimiento del mundo físico, nos permite eliminar la escoria supersticiosa que se ha asentado en las tradiciones.

Nuestro posicionamiento es simple:

Por tanto, consideramos que el conocimiento de las Verdades de la metafísica tradicional tiene sus raíces en las Escrituras, y trata de los Principios, Causas o Realidades hiperfísicas.

Sobre lo paranormal
Nuestro racionalismo implica la aceptación de la existencia de un conjunto de facultades y fenómenos paranormales, que son consecuencia de los contactos entre el ser humano encarnado y el mundo psíquico, o el mundo espiritual.

Nuestra aceptación descansa por un lado en el hecho de que la existencia de estas facultades y fenómenos se mencionan en las Escrituras; y por otra parte que la manifestación de estos fenómenos es observable en determinadas circunstancias excepcionales.

Además, al distinguir lo psíquico de lo espiritual, sabemos que ningún fenómeno paranormal, o declarado tal, prueba el valor espiritual de una persona, o de una enseñanza, ya que existen taumaturgos desprovistos de toda verdadera espiritualidad.

El objetivo de la espiritualidad no es establecer una porosidad y vínculos entre el mundo físico y el mundo psíquico, sino por el contrario preparar la superación póstuma del mundo psíquico para llegar al mundo espiritual. Rechazamos la búsqueda del desarrollo de facultades paranormales, así como el uso de artes psíquicas, como la magia, el espiritismo o la videncia.

Sobre supersticiones
Somos conscientes de que múltiples supersticiones han "contaminado" la espiritualidad de grandes tradiciones.

Para rechazar estas supersticiones, dentro de nuestra vida cotidiana, e independientemente de las prácticas que con respecto a las Escrituras y las grandes enseñanzas tradicionales son de carácter espiritual, sólo aceptamos prácticas cuya validez esté establecida por pruebas científicas.

Todo lo que no tenga que ver con la ciencia, ni con una auténtica espiritualidad, ni con fenómenos paranormales cuya existencia se reconozca dentro de las tradiciones, debe ser rechazado como supersticioso.

Nuestro rechazo a las supersticiones debe ser intransigente, y también consciente del hecho de que toda una serie de fenómenos pueden ser, por un simple "efecto placebo", experimentados por los seres humanos.

Sobre la naturaleza del mundo
Creemos que el mundo fue creado por el Poder de Dios, y que este Poder se manifiesta en la forma de la Energía estudiada por la física moderna.

También creemos que los mundos psíquico y espiritual están compuestos por diferentes modalidades de la misma Energía.

Sobre el ateísmo y la conspiración
Luchamos intelectualmente contra la estrechez de miras que aqueja a los incrédulos, y también contra la destrucción de todos los valores que caracteriza al conspiracionismo. Pero lo hacemos reconociendo al mismo tiempo que son sólo uno de los papeles que Él, el Único, juega en la obra teatral de la existencia.

Para desempeñar lo mejor posible el papel que Él nos ha asignado, y que Él asume a través de nosotros, es con amor, pero también con rigor e intransigencia, que nos oponemos a los detractores de lo espiritual. Porque detrás de la máscara, detrás de su actuación, ellos son Él mismo, y ellos son nosotros mismos.

Sobre exoterismo y esoterismo
Al recibir el Mensaje de las Escrituras y de los grandes Maestros tradicionales, recibimos una doble perspectiva, la del exoterismo y la del esoterismo.

En la realización de la perspectiva exotérica, Dios da una finalidad a la aparente criatura humana. Para lograr este fin, debe ajustarse a las prescripciones de las Escrituras, lo que le permitirá después de la muerte llegar al paraíso para convertirse en su servidor, o su contemplador.

En la realización de la perspectiva esotérica, Dios nos permite conocer nuestra Esencia, nuestro Sí, es decir, nuestra verdadera Identidad espiritual, más allá de las apariencias humanas. Identidad que no es otra que Su presencia inmanente en nosotros. Aquel que es el único Ser, a la vez universal y trascendente. A través de la realización esotérica, pues, hay unión mística entre Dios y su criatura. En esta unión, fusión o aniquilamiento en Él, por la disipación de la ilusión en que el hombre se imaginaba separado de Él, o distinto de Él.

Sobre la vivencia del esoterismo
El esoterismo no nos ofrece una mera comprensión especulativa, sino también la posibilidad de una vivencia.

A partir de entonces comprendemos que vivir, momento a momento, "desde" nuestra suprema Identidad, constituye la finalidad de la existencia.

Sobre la complementariedad de los dos niveles
Dado que la realización de la perspectiva esotérica no anula, dentro del sueño cósmico, la apariencia humana, ya sea en el estado encarnado o desencarnado, no hay por qué oponer las perspectivas exotérica y esotérica. Y nos esforzaremos por realizar la perspectiva del nivel exotérico, mientras que en nuestro sentimiento de existencia, en nuestra vivencia interna, buscaremos actualizar la perspectiva esotérica.

Dado que nuestro Sí, nuestra verdadera identidad no es distinta de Dios, el hombre se convertirá así en el servidor de Dios, que no es otro que nuestro Sí.

Como hombre, dentro de la ilusión, según nuestras predisposiciones particulares, vamos a Él, dentro de la vida mundana o renunciando al mundo, dentro de una tradición, mayor o menor, o fuera de cualquier pertenencia a una religión. La especificidad de nuestro modo de vivir, que depende de simples características humanas, no puede tocar la profundidad de nuestra Realidad que, no siendo otra que Él mismo, se sitúa más allá de todos los modos de vivir.

Sobre el trabajo de los perennialistas
Hay dos categorías de perennialistas: los estudiantes y los obreros.

Junto a quienes estudian el perennialismo, están los obreros que, a través de sus escritos, participan en su perfeccionamiento y en su formulación para ofrecerlo a los hombres de buena voluntad.

Los obreros, en sus estudios tradicionales y comparados, participan en la construcción del Templo universal del Perennialismo. Trabajan para "recoger lo que está esparcido" y "separar la paja del trigo".

Lo hacen sin exclusividad. Por el placer de reconocer las obras de arte y las parcelas de Verdad, dondequiera que estén.

Saben que en la imperfección de la condición humana se mezclan el error y la verdad, como la sombra y la luz.

La estrella polar que les sirve de guía es la coherencia y la lógica interna de la estructura global de la Sabiduría perenne.

Sobre el ideal de la investigación
Creemos que la Verdad absoluta es inexpresable y que en las palabras de los seres humanos, sólo encontramos reflejos imperfectos de ella.

A nivel del Sí, somos el silencio de la Verdad eterna.

A nivel humano, somos simples "buscadores de la Verdad".

Reconocemos de buen grado que como humanos, desde que hemos descendido al nivel de lo expresable,  caminamos en la noche y nuestro pie puede tropezar. Por eso nuestra discriminación vigilante se ejerce también frente a nosotros mismos. Permanecemos flexibles, siempre dispuestos a corregir nuestros errores, rectificar nuestros malentendidos y ensanchar nuestra estrechez.

Estamos escuchando los ecos del Verbo divino, cuya Palabra se ha derramado en el Corazón de los hombres desde tiempos prehistóricos.

El rugido leonino del Verbo ha resonado en las paredes de tantos Corazones que han resultado innumerables ecos. Unos son fieles, otros distorsionadores, y sabemos que nuestro pensamiento mismo es sólo una de estas sonoridades.

En la vivencia de nuestra identidad, somos lo Inefable, frente a lo cual toda palabra es traición.

En la vivencia intelectual del hombrecito que usamos, el perennialismo es para nosotros una búsqueda de la expresión cada vez más clara y omniabarcadora de la Realidad universal.

Los frutos de esta búsqueda son a disposición de toda la humanidad, y solo somos pequeños e imperfectos trabajadores dentro de una vasta obra de construcción.



COFRADIA INICIATICA DE LA MAYEUTICA TRANSCENDENTE

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