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LA LIBERACIÓN


Conociendo el Despertar, es preciso desarrollar en vosotros un poderoso ardor para la instauración de su continuidad. Algunos no son auténticos enamorados de la verdad. Se contentan con flirtear con ella. algunos momentos cotidianos de Despertar son suficientes para su exigencia. Ellos no han comprendido realmente que el fin de la vida humana era llegar a un Despertar constante. Permanecer en estado de Despertar noche y día, incluso durante el sueño, tal es el objetivo a alcanzar. No tienen una justa perspectiva de la existencia. No han comprendido la apuesta dramática que se perfila en toda vida. No se han dado cuenta que sólo el Despertar constante les procurará la liberación definitiva de las ataduras temporales. No han visto todo el horror repugnante de su prisión dentro de la condición humana. No tienen un verdadero y ardiente amor al Principio Supremo. De todas estas razones acumuladas proviene su falta de ardor.

Tened sed de un conocimiento integral, inquebrantable y sin falla. Aspirad a eso. No aspiréis más que a eso a lo largo de vuestros días. Desead salid del sueño interior, como un hombre que viéndose ahogado se sofoca y quiere sacar su cabeza del agua. Estáis sumergidos en el inconsciente de la Transcendencia. Estáis ahogados en el mar. Comprended eso y permaneced ardientes.

Siendo ardientes todos los días, estaréis obsesionados por el deseo de permanecer constantemente en estado de Despertar. Pero chocaréis con los caprichos del mental, y a pesar de vuestros esfuerzos, a pesar de vuestra sed de Realización, la constante en el Despertar se os escapará. A veces estaréis Despiertos en relación a la transcendencia, pero en otros momentos os olvidaréis de ella. Perdidos en los caprichos y las preocupaciones del mental. Volviendo a descender al nivel del hombre. Extraviados en la fantasmagoría fenomenal.

Entonces, vuestra sed del Despertar se excitará. Os rebelaréis contra la tiranía del sueño. Os desesperaréis ante vuestra impotencia. Os disgustaréis con vuestra incapacidad. Gritaréis, llamaréis al Señor pidiendo ayuda. Le suplicaréis que os salve y os otorgue su Gracia. Le suplicaréis que haga descender sobre vosotros la fuerza necesaria para permanecer en estado de unión con su Realidad Inefable.

En otros momentos os desalentaréis. El peso de la tarea a realizar os aplastará. Es preciso mantener el espíritu constantemente fijado en lo Divino. Es necesario estar perfectamente desapegado. ¿Cómo llegar a ello?. ¿No es esto imposible?. Querer sumergir en todo momento el mental en lo Divino, y permanecer sin apegos; ¿no es eso ambicionar una realización sobrehumana e inaccesible?. ¿No está por encima de nuestras fuerzas?.

Si reflexionáis correctamente, percibiréis que todos los sentimientos que acabamos de describir, se tratan de súplicas, revueltas o desánimos; en definitiva tienen por efectos manteneros alejados de la Liberación. Son en definitiva responsables de la continuidad de vuestra prisión en la condición humana. La liberación efectiva necesita su abandono. Pues cuando os desesperáis, os desanimáis u os rebeláis. Cuando rezáis, aspiráis, suplicáis os mantenéis y os arraigáis en la condición de hombre. Pues, ¿acaso la Liberación no consiste, precisamente, en la plena comprensión del hecho de que no sois un hombre?.

Al mismo tiempo que os lamentáis por no estar en Despertar, en que rogáis para estar en Despertar, no os habéis olvidado de la Transcendencia, ya que pensáis en ella y en su ausencia. En consecuencia, ¿por qué malgastar este instante cultivando pensamientos, sentimientos de pesar o de aspiración por el Despertar?. ¿Por qué no estar en el Despertar, tomando en el mismo instante conciencia de la presencia del Infinito?. Si comprendéis esto, comprendéis que la búsqueda del Despertar es un absurdo. Pues en el mismo momento en que buscáis os priváis del Despertar, colocándoos a nivel humano en estado de búsqueda, en lugar de situaros más allá del nivel humano, en un estado despierto. En cuento os acordéis del Despertar, no admitáis ningún pensamiento de disgusto por no haber estado en Despertar. No cultivéis ninguna aspiración interior para alcanzar el Despertar, que os colocaría a una distancia imaginaria. En cuanto os acordéis del Despertar, estad en estado Despierto, por medio de un movimiento interior muy simple de toma de conciencia.

Todo esfuerzo por obtener el Despertar os mantiene alejados del Despertar. Comprended eso.

Los esfuerzos se sitúan en el mental, y el Despertar consiste en superar el mental. ¿Cómo queréis superar el mental si os absorbéis en un movimiento del mental?. El esfuerzo es un movimiento del mental, y todo movimiento del mental no alcanza más que lo que está contenido en el mental. El mental es una  esfera. O estáis encerrados en los torbellinos que se agitan en esta esfera o estáis fuera de ella. Despertarse es romper la esfera del mental.

¿Qué pasa cuando hacéis un esfuerzo para alcanzar el Despertar?. Habiendo pensado en el Despertar, buscáis alcanzar el contenido de este pensamiento. Es un error, pues ¿cómo queréis que el contenido de un pensamiento os haga salir del mental?. Corréis detrás de vuestra sombra.

Ved el error de este esfuerzo. Se os dice superar el mental, y en lugar de eso os aferráis a la idea del Despertar, cultiváis esta idea, buscáis agrandarla, saborearla y mantenerla constantemente en vuestro espíritu. Al no conseguirlo, cultiváis otras ideas, a saber: la idea de súplica, la idea de rebeldía, la idea de desánimo, la idea de imposibilidad, etc.

¿Creéis sinceramente, que la superación del mental se obtiene por medio del cultivo de varias ideas?.

Numerosos son los que caen en esta trampa del mental. Esta trampa consiste en buscar el Despertar con el mental. Para quien cae en esa emboscada conseguir el Despertar es una locura. El Despertar se vuelve una idea obsesionante cuando se intenta imponer constantemente a nuestro espíritu. El desapego se vuelve una actitud represiva y frustrante. Ya no hay alegría, ni beatitud, ni nada más que una terrible austeridad interior. Algunos tienen el coraje de permanecer en esta austeridad y se consumen poco a poco. Otros se desaniman y abandonan. Pero todo eso es falso. Sabedlo, si el mantenimiento del Despertar se vuelve un esfuerzo, una coacción, si no provoca en vosotros un sentimiento de euforia apacible habéis perdido el Despertar, y habéis caído en la trampa del mental.

El Despertar no es el resultado de un esfuerzo mental. El Despertar es una toma de conciencia dulce, apacible y alegre.

Para Despertaros no hagáis ningún esfuerzo, volveros atentos, lúcidos, vigilantes. Sentid que sois el testigo del mundo. Tomad conciencia de la inmutabilidad, de la intemporalidad, del silencio y de la beatitud del testigo.

Eso no requiere ningún esfuerzo. La paz y la alegría acompañan esta toma de conciencia. El desapego que sobreviene no se siente como una privación, sino como una dichosa liberación de las atadura temporales.

Cuando lleguéis a este estadio de comprensión, toda la búsqueda cesa. Estáis Despiertos, o bien no estáis Despierto.

En cuanto el recuero de la existencia del Despertar surge, estad Despiertos. Actuando de esta manera no perdéis el tiempo en desear el Despertar. Ahogad todo deseo por el Despertar en el océano de su satisfacción inmediata.

Cuando toda búsqueda cesa, estáis completamente solos. Toda espiritualidad mental crea aspiración, deseo, súplica, ruegos, nostalgia. Todo eso se viene abajo. No hay ya nada que pedir, ni tampoco nadie a quien dirigirse. Pues pedir o dirigirse, es colocarse voluntariamente en una actitud que da la espalda al conocimiento silencioso del Despertar. Buscar y aspirar, en el instante en que se busca o se aspira al Despertar, se priva estúpidamente de un Despertar posible. Buscar es tener sed. Superar la búsqueda es beber el agua de la Eterna fuente.

Es preciso llegar a ello, y para llegar a ello, es preciso descubrir en nuestra experiencia lo que es el Despertar. Después habrá sido necesario cultivar una intensa pasión para su obtención definitiva. Es indispensable, pues, en tanto que el Despertar no sea la preocupación fundamental, cada uno de vuestros días, no conoceréis el ardor. Mientras que no tengáis ardor, no estaréis en estado de verdadera búsqueda espiritual. En rigor, no se puede superar la búsqueda, cuando todavía no existe. Algunos aficionados, pueden imaginarse que la superación de la búsqueda puede llevarse a cabo por aquel que no tiene más que una comprensión mental del Despertar; o bien, por aquel que conociendo el Despertar por una experiencia auténtica, no se compromete con una búsqueda cotidiana y ardiente del Despertar constante e ininterrumpido. Pero los aficionados se han equivocado y están muy lejos de la Realidad.

Una auténtica superación de la búsqueda no conduce sin embargo al fin. Pues el Despertar es siempre intermitente. Cada vez que surge el recuerdo del Despertar, me despierto enseguida. El problema que subsiste es: ¿cómo me acuerdo constantemente del Despertar?. Pues mientras que el recuerdo de la Transcendencia no es constante, permanezco distinto y separado de ella. Así piensa aquel que ha superado la búsqueda, pensando así, demuestra su inmadurez espiritual.

De hecho, pensar así, es continuar tomándose por un hombre, y al tomaros por un hombre, os encontráis encadenados a esta condición de existencia. En consecuencia, se concibe que debe existir una liberación que os libre de esta condición.

Tal comprensión, y el razonamiento que le acompaña son erróneos. Consisten en tomarse por un hombre que se liberará de la condición humana al acceder al Despertar constante. La buena pregunta no se ha planteado. Esta cuestión es la siguiente: “¿Soy un hombre que debe liberarse, o bien no soy un hombre?”.

Siendo la respuesta a esta cuestión: “Yo no soy un hombre, sino el Infinito mismo que permanece eternamente más allá de todo encadenamiento”. La perspectiva se encuentra modificada.

Para liberarme de la condición humana, es suficiente comprender, de una manera totalmente exhaustiva y al nivel más profundo, que yo soy el Infinito sin límites. Comprendiendo eso, me libero de una ilusión. De la ilusión de ser prisionero de la condición humana. Me imaginaba ser un hombre, y por este hecho me creía prisionero. Al disipar esta funesta imaginación, realizo que siempre he sido, y que estoy eternamente, en mi transcendencia libre de toda prisión.

¿A quién queréis liberar?. ¿A ese vacío silencioso y sin fin que percibís en el Despertar, y que es vuestra verdadera naturaleza?. Hay que darse cuenta de lo absurdo que es eso.

Lo Eterno e Inefable que percibe el hombre, es eternamente libre y feliz. Lo que sois, más allá del tiempo y del espacio, no tiene ninguna liberación que desear. Comprended esto. Comprendedlo verdaderamente sumergiéndoos en vosotros mismos.

La idea de liberación está ligada a la noción de prisión. Comprended que no estáis prisioneros, y la idea de liberación perderá toda significación.

Comprendiendo que sois eso, esta inefabilidad transcendente y silenciosa, sabéis que la liberación es un vano espejismo ligado a la ilusión de la prisión.

La falsa liberación es aquella que quiere liberar al hombre. Ella es falsa, pues, si queremos liberar al hombre, es porque nos tomamos por un hombre. A la noción de hombre está ligada la noción de prisión, y esta noción de prisión engendra su contraria, la idea de liberación. La verdadera liberación no es, pues, la liberación del hombre, es la liberación de la creencia que nos hace pensar: “yo soy el hombre”. Si esta creencia se viene abajo, ya no hay hombre que liberar, y cuando constatamos que no hay nadie que liberar, estamos liberados de la ilusión de prisión. Esta es la verdadera liberación.

Esta verdadera liberación reposa, por tanto, sobre la desidentificación. La realización de esta desidentificación no tiene ninguna relación con el ascetismo y la renuncia del mundo. Renunciar al mundo, encerrarse en una gruta, un monasterio, o volverse un asceta errante que mendiga en el camino; realizar todo eso para desapegaros de las ataduras de este mundo, es estar identificado, y creer que se es un hombre.

La desidentificación consiste en no tomaros por un hombre, que este hombre viva aquí o allí, que sea célibe o tenga hijos, que sea pobre o rico, no tiene ninguna importancia fundamental. La identificación consiste en pensar: “yo soy un monje, un ermitaño, un padre de familia, un obrero, una mujer, un hombre, etc.” La desidentificación consiste en no tomarse por el hombre que nosotros percibimos.

Si renunciáis al mundo creyendo: “yo renuncio al mundo”, habéis caído en la misma trampa que aquel que piensa: “yo tengo una mujer, un marido, o niños”. Habiendo comprendido esto, sabéis que no existe ninguna especie de acto particular, ninguna actitud ascética o antiascética, que pueda procuraros la desidentificación. En consecuencia, dejáis al hombre actuar según sus aspiraciones y predisposiciones, y no os identifiquéis con él. En cuanto al desapego, es la consecuencia inmediata de la desidentificación. Quien está verdaderamente desidentificado, no puede apegarse a nada.

Vivid como siendo la Pura Conciencia Infinita que percibe al hombre y al mundo.

¿Quiere decir esto que desde los primeros instantes de esta comprensión, el hombre permanecerá en estado de Despertar constante?. No, es posible que de nuevo las percepciones, los pensamientos, los sentimientos y las sensaciones del hombre, acaparen su conciencia y le hagan olvidar su propia beatitud transcendente. Pero ¿qué importancia tiene eso?. No por ello sois menos la Pura Conciencia Infinita. Vuestra momentánea presencia en el hombre y la momentánea predominancia de las percepciones humanas, no pueden cambiar en nada a vuestra Naturaleza profunda, y vuestra eterna libertad.

Cuando las percepciones del hombre llenen exclusivamente vuestra conciencia, perdéis momentáneamente vuestra beatitud. Pero la beatitud no es algo a alcanzar. Es vuestra naturaleza profunda, y es suficiente apartar el carácter exclusivo de las percepciones humanas para encontrarla. No tenéis, pues, nada que anhelar.

Debido a los automatismos mentales inscritos en el hombre, es posible que éste durante largo tiempo el hombre no permanezca Despierto más que de una manera intermitente.

Eso no tiene ninguna importancia. En el curso de cada jornada, cada vez que sea constatado el no-Despertar del hombre, éste instalará inmediatamente el Despertar en él. Así, poco a poco el hombre, no tú que eres inmutable, dejará de engancharse al sufrimiento y a la limitación para permanecer en la Beatitud y lo Ilimitado.

¿Al nivel del hombre, el fin es siempre el Despertar constante?. Si, pero el cambio de perspectiva que acabamos de exponer, constituye una de las condiciones fundamentales, permitiendo la realización efectiva de la constancia del Despertar. Pues, ¿cómo queréis instalar definitivamente vuestra conciencia en su propia naturaleza Transcendente, mientras que persistís en tomaros por un hombre?.

Cuando el contemplador eterno, que sois, se haya instalado en su verdadera naturaleza, ¿la percepción del mundo será para él un encadenamiento del que es preciso que se aísle, o bien, el juego de una fantasmagoría coloreada que atraviesa el campo de su percepción?.

¿Lo que es transcendente puede estar encadenado por la Manifestación Cósmica?. Con toda evidencia, es imposible.

En consecuencia, se muestra con claridad que las huidas, búsquedas de aislamiento o de liberación del mundo están ligadas a la ilusión de tomarse por cualquier cosa no transcendente, pudiendo de alguna manera estar encadenado.

Liberarse es, pues, liberarse de la ilusión. La liberación de la ilusión no significa la desaparición de la fantasmagoría fenomenal, como algunos se lo han imaginado. Es la desaparición del concepto erróneo de prisión.

Al salir de la alucinación que me hacía creer prisionero, estoy liberado, pues, me doy cuenta que estoy libre. Al estar libre no tengo nada que combatir, rechazar o apartar. Vivo de instante en instante, con vigilancia y lucidez. Toda teoría mental debe ser disuelta y abandonada.



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