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ABERTURA EXISTENCIAL



Retirándome y elevándome hasta el centro de mí mismo, tomando consciencia de ser la pura consciencia espectadora, me siento extraño a todo lo que existe. Un aislamiento total e infinito se hace en mí. En él gusto de las delicias de la percepción de la absoluta libertad. Absoluta libertad que está unida a la perfecta intemporalidad.

Sabiéndolo por experiencia personal, conozco y siento que puedo abstraerme de la vida humana. Todas las pasiones, todas las ataduras, todos los intereses, todos los deseos, mueren en mí. En lo sucesivo, puedo permanecer toda mi existencia en una total indiferencia con respecto a los acontecimientos humanos.

Inútil querer ir más lejos mientras esto no haya sido vivido realmente, sin artificios, imitaciones o sugestiones. Debemos instalar nuestra consciencia en esa desnudez integral que da la percepción de lo Intemporal.

Cuando esto es sentido, cuando morimos interiormente a todo lo que existe, y esta muerte está acompañada por una inmersión en el inefable silencio sin fondo, ¿qué vamos a hacer entonces?, ¿vamos a permanecer separados, desligados del mundo en una agradable indiferencia?. Es una posibilidad. Una mediocre posibilidad, pues actuando de esta forma negamos implícitamente el buen sentido de la Creación. Negar este sentido es probar nuestra incapacidad para comprenderlo.

¿Es la existencia un sueño inútil y pernicioso?. Si la finalidad espiritual de cada individualidad consiste en liberarse del mundo cayendo en la total indiferencia, ¿cuál es el sentido de la aparición en este mundo de individualidades?. Si la vida no es más que una trampa para la consciencia interior, debemos emanciparnos de ella. ¿Pero, es la vida una trampa?. Y si lo es, ¿para qué existe?. Todavía más, ¿cómo es posible que una Perfección Transcendental pueda dar nacimiento a una estupidez fenomenal?.

La vida humana es una pura expresión de alegría, surgida de la beatitud estática de lo Inconmensurable no manifestado. La manifestación fenomenal que engloba todos los universos, es una expresión dinámica de la Divina Alegría. Esto es lo que nos queda por descubrir después de haber encontrado la paz sin límite y sin rostro del Aislamiento Supremo.

Para descubrirlo debemos, una vez muertos a nosotros mismos y al mundo por el desapego integral, engendrado por la observación, resucitar a la vida humana despertando nuestro corazón, y despertándolo a las puras alegrías y a los dinamismos positivos de la existencia.

Estando desapegado de todo no me complazco en este desapego, sino que me abro a las fuerzas de la vida. Por esta apertura, los proyectos humanos, las afecciones y las empresas humanas, las alegrías y los horrores humanos, penetrarán de nuevo en mí profunda y generosamente. Pero ya no lo harán desde el punto de vista egoísta como es costumbre, sino en virtud de una nueva visión del hombre, considerado como receptáculo individual de la Eterna, Universal e Impersonal Consciencia.

Entonces la vida se convierte para mí en un juego maravilloso. Penas y dolores se funden en una alquimia superior que engloba todos los contrastes de la existencia.

Yo permanezco en el nivel más profundo, perfecta y totalmente desapegado del mundo. Sin embargo, al nivel superficial de la manifestación existencial, estoy lleno de un vasto dinamismo gracias al cual la vida para mí es una maravilla.

El poder psicológico que confiere el desapego nos da la posibilidad de cerrar nuestra personalidad, y de volverla impermeable a las fuerzas de la vida. Pero esto no es más que un uso mediocre de este poder psicológico. Pero también podemos abrir nuestra personalidad al mundo existencial. En esta apertura existencial, todos los frutos de la vida son deseados y gustados. Sin embargo, las alegrías, los deseos y los proyectos que se elevan espontáneamente, en virtud del dinamismo intrínseco a la naturaleza, no crean en la personalidad ninguna atadura.

Esta verdad resalta en mi espíritu: “Puedo gozar de todo sin apegarme a nada”. Me apego a algo cuando me tomo por un hombre, pero cuando teniendo consciencia de mi verdadera naturaleza Intemporal y Transcendente no hago sino vivir a través del hombre, gozo de todo lo que existe sin apegarme a nada.

Enteramente abierto a la existencia, gozo intensamente de la fiesta cotidiana, y es una fiesta para quien sabe contemplar con una mirada Despierta las cosas simples de la vida de todos los días. Nada me ata y nada puede afligirme profundamente. Por mucha que sea su intensidad, mis dolores y alegrías permanecen superficiales, perdurando detrás la Consciencia de la Eterna Inmutabilidad del Ser.

Con esta actitud, realizo el fin de la creación. La creación es el juego maravilloso en el que el Eterno juega consigo mismo. La Alegría es la motivación del juego Cósmico. En la alegría existencial de las individualidades realiza su finalidad intrínseca.

La Eterna Consciencia Espectadora, que es mi verdadera naturaleza, juega con las pasiones y las decepciones de la personalidad humana. Las engloba en un abrazo de amor, que saliendo de ella misma no modifica para nada su inalterable inmutabilidad.

Para nacer a esta vida superior, en la cual la plenitud de lo alto se ha unido a la plenitud de lo bajo, debemos primero morir a nuestra antigua personalidad hecha de identificaciones erróneas y de apegos mezquinos. A esta muerte interior sucede una resurrección a la existencia. En ella, lo transcendente y lo humano realizan sus bodas místicas.

Abandonar lo humano para alcanzar lo transcendente es necesario y constituye una etapa importante, pero no es la última, pues en la última etapa nada es rechazado y todo florece al unísono.


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