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EXAMEN DE CONCIENCIA


Cuando una consciencia clara y limpia examina algo, purifica las raíces inconscientes del comportamiento.

Para examinarse es preciso estar en paz. Ninguna pasión debe agitar la superficie del mental. La consciencia debe tener la lucidez cortante de una hoja de afeitar, que pone al desnudo las carnes con la rapidez del relámpago.

Os examinaréis a la luz de la consciencia, cuando al recordar vuestra actitud en tal o cual circunstancia, o serie de circunstancias, os observéis imparcialmente, como haría un observador extraño, cómo ha sido vuestro comportamiento interior y exterior, tal y como se os mostraría en un film de recuerdos.

Cada uno, naturalmente, tiene tendencia a veces a evocar tal o cual fase de su pasado. Se puede hacer con nostalgia, con delectación, cólera u ociosidad. Pero en ese caso no existe examen a la luz de la consciencia.

Para que tal examen se realice y produzca sus frutos, es preciso que la evocación de los recuerdos posea una forma de lucidez particular. Esta lucidez se manifiesta por un sentimiento de despersonalización. Verdaderamente es como a un extraño cómo debéis observaros en vuestra memoria. Ninguna simpatía ni ninguna antipatía debe turbar vuestro recuerdo. Sobre la pantalla del mental, os miráis como se mira atentamente a una persona desconocida andar por la calle. Evocáis cuáles han sido vuestros pensamientos y vuestros actos, pero estos están afectivamente desapegados de vosotros. Los veis tranquilamente, lúcidamente. Ninguna emoción positiva o negativa os une al pasado. Habéis olvidado la compleja y artificial noción del yo psicológico. Sois una simple consciencia que asiste a la reproducción mental de un antiguo film.

Entonces en la fría e incisiva luz de la consciencia, el pasado es analizado y juzgado.

Cuando en momentos de tranquilidad, realicéis un examen de conciencia, insistiréis extensamente en la objetivización de imágenes y recuerdos. Recordad varias veces la misma escena, el mismo recuerdo, para permitir a la luz de la consciencia penetrar dentro de las capas más profundas de la psiquis.

Hay muchos que se contentan con un breve relámpago de lucidez. Ahora bien, la lucidez, cuando alcanza su paroxismo, debe mantenerse en el espíritu para que el examen de él sea profundo, benéfico y transformador.

Intensificad, prolongad y profundizad, pues, vuestras evocaciones del pasado. En estas evocaciones se formula una apreciación; esta apreciación, libre de todo lazo sentimental con el pasado, es de primera importancia.

Por medio de esta apreciación sabéis que tal o cual pensamiento, sentimiento o acto fue bueno. En esta sentencia no hay ninguna especie de adulación. Es una simple e impersonal constatación. Haréis hincapié en el recuerdo de lo que estaba bien; rememorando varias veces sucesivas este recuerdo, vuestro corazón se llena de calor y vuestro espíritu de luz. Es un sentimiento eufórico y eso intensifica las tendencias positivas que os habitan. Alimentad en vosotros al hombre de luz y eso os ayudará a producir otros actos, pensamientos y sentimientos buenos y generosos.

Pero se puede y es igualmente, por desgracia, probable que en alguna evocación del pasado, la apreciación que surge del examen de consciencia sea desfavorable. Entonces, la luz de la conciencia se vuelve cruel y dolorosa. Ella os revela la bajeza, el egoísmo, la mezquindad, la estupidez, la ignorancia o la perversidad del personaje. No es necesario huir de este dolor. No es preciso acortar el examen de co l recuerdo, para desinfectar en profundidad vuestra psiquis.

Cuando la vergüenza o el remordimiento os queme: es excelente. Contra más intensa y profunda sea esta vergüenza y este remordimiento, más destruiréis las tendencias negativas que os habitan. En este dolor el viejo hombre muere. En él os negáis, os separáis y os purificáis del mal pasado; y eso os ayuda a no ser ya despreciable a los ojos de la consciencia.

Dios es Consciencia. La Consciencia os juzga, es Dios quien juzga. La mirada de Dios quema todas las impurezas, pues ninguna sombra puede subsistir bajo el impacto de su Absoluta Luz. Haced descender en vosotros la Luz Divina.

El pasado no purificado está pegado detrás de vosotros como una sombra. Purificad vuestro pasado para transfigurar vuestro presente. Sabedlo, por el examen de consciencia, a menudo repetido el pasado negativo es carbonizado. Al ser carbonizado, se separa psíquicamente de vosotros y cae a lo lejos. Liberaros del pasado para vivir un presente integral.

Esto es el sentido profundo de la realización de la práctica de la confesión de los pecados, instituida en diversas religiones. La confesión que se vuelve una práctica ritual es un acto vacío, supersticioso. Para ser eficaz, debe ser vivida interiormente. Esta vivencia consiste en reconocer y rechazar sus faltas al resplandor de la consciencia.

Tomad la costumbre de transformar todas vuestras evocaciones del pasado en examen de consciencia. A veces será un pasado muy próximo, el del día o de los días precedentes, el que será espontáneamente evocado. Otras veces, un pasado muy antiguo, viniendo de la infancia, o refiriéndose a decenas de años atrás, se os recordará.

Cuando vuestro mental se vuelva hacia la evocación del pasado, naturalmente, espontáneamente, intensificad esta evocación y transformarla en examen de consciencia.

No es por casualidad, que tal o cual fragmento del pasado os vuelva a la memoria. Todo lo que vuelve así, tiene necesidad de ser visto bajo una luz nueva. Aprended pues a utilizar el recuerdo involuntario de los antiguos y recientes recuerdos.

En algunos períodos de la vida, períodos de gran transformación, los exámenes de consciencia pueden volverse muy largos y muy frecuentes. No dudéis en recordaos con una lucidez y una despersonalización siempre mayor que tal o cual recuerdo obsesionante; y esto hasta que comprendáis que es un extraño quien ha realizado esto, y que no tenéis ya nada en común con ese hombre.

¡Atención! El recuerdo frecuente de los mismos hechos realizado con un mental pasional sin la luz de una consciencia lúcida e impersonal es nefasto. Tal recuerdo refuerza vuestras turbaciones en lugar de liberaros de ellas.

El pasado no se desatará de vosotros más que si dejáis de agarraros sentimentalmente a él.

A cada instante el pasado ha muerto. La psiquis se engancha a él y hace vivir su fantasma. Mucha gente vive la vida contaminada por los fantasmas de su pasado. ¡Exorcizad vuestros fantasmas!

Mirad en el film de la memoria lo que ha sido realizado, bajo una mirada extraña. Después de haber contemplado este pasado, comprender y sentir en profundidad, que en este instante, soy completamente diferente de aquél que ha realizado eso, esto es matar el fantasma del pasado.

El pasado no puede condicionar psicológicamente, o influenciar el presente, mas que en la medida en que no ha sido analizado de una manera liberadora por la consciencia; y en que los lazos emotivos y afectivos que nos unen a él, no han sido rotos. Para romper tales lazos, psicoterapia y psicoanálisis no son necesarios mas que en ciertos casos extremos, que se acompañan de un comportamiento verdaderamente patológico. Para todo ser capaz de llevar una existencia normal, el examen de consciencia tal y como lo indicamos, tiene un efecto liberador de cara al pasado.

La práctica del examen de consciencia puede llevarnos mucho más lejos, pues el sentimiento del yo psicológico reposa sobre el pasado. Me percibo psicológicamente como un individuo que tiene tal o cual característica, pues yo hago sin cesar menciones al pasado para tener una imagen psicológica de mí mismo.

Si niego esta imagen, si la siento en el instante diferente de lo que yo soy, no existe ya el yo psicológico. Comprendo que todo lo que se realiza, lo es por el hombre, y que yo soy consciencia. Sintiéndome distinto de todo recuerdo, percibo el sentimiento de mi pura existencia; y el sentimiento del yo, dejando de ser psicológico, se vuelve ontológico.

Yo no soy éste o aquél individuo, pues la individualidad no es más que el resultado del pasado. Yo soy el que percibe el pasado y el presente. Yo soy el que en este instante, me siento ser, fuera de toda imagen, fuera de todo pensamiento.

No puedo decir lo que soy, pues soy inmenso, pues soy indiscernible e inexpresable. Yo soy el Ser Único y Absoluto.

Tal es el último fin del examen por medio de la consciencia.

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