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DIOS


¿Quién es Dios?.

No hay más que un solo y único Ser. Este Ser absoluto, de quien todo procede y en quien todo se reabsorbe, ha sido llamado Dios por numerosas tradiciones. Podemos utilizar la palabra Dios para designar al Ser Absoluto, pero antes deberemos purificarla de todas las significaciones erróneas que contiene.

Dios debe ser distinguido de las concepciones teológicas elaboradas por la mente del hombre. De Dios nada puede ser dicho, pues Dios que es el Ser Supremo se encuentra más allá de toda comprensión especulativa. Dios es para la mente lo inefable e inconmensurable. Transciende todas las categorías. Delante de Él, el pensamiento debe callarse, pues sólo el silencio lo puede honrar.

Las concepciones mitológicas y teológicas han pretendido interpretar a Dios. Al hacerlo han creado falsos dioses que son otros tantos ídolos a derribar. Debemos purgarnos de todo antropomorfismo. En lugar de ver en Dios lo Otro, el hombre se ha hecho una representación de Dios según su propia imagen. Ha divinizado a los que enseñaban el camino de la transcendencia, haciendo de estas individualidades dioses con forma humana. Lejos de seguir el ejemplo de los que venían a enseñar la presencia de Dios en el hombre, y tratar de realizar en sí mismos este conocimiento, han preferido confundir a Dios con la apariencia humana de los divinos maestros, rindiéndoles culto. Así, los representantes de Dios han sustituido a Dios mismo.

Comprendamos que Dios, tal y como lo representan las tradiciones religiosas sólo tiene realidad en el interior de la mente humana. Son simples creaciones del espíritu humano.

En ciertos casos estas creaciones mentales que son las representaciones religiosas de Dios, se pueden encontrar vitalizadas por una percepción más o menos vasta de la realidad Divina. La percepción trascendente se encuentra entonces encajada en las formas objetivadas por la mente. Esto es lo que sucede en el caso de lo que llamamos una aparición. Las apariciones, cuando son verdaderas son, en general, el fruto de una inmensa devoción. Pueden ayudar y guiar al peregrino. Pero lo que importa es darse cuenta de que Dios, en su Realidad intrínseca sobrepasa todo tipo de apariciones. Las apariciones tienen lugar en la mente, y las formas que éstas adoptan han sido fabricadas por ella.

La prueba de esto reside en el siguiente hecho: Bien que Dios sea único y que cada religión adore al mismo Dios (como lo comprenden todos los que no son presa de las estupideces del sectarismo), las apariciones adoptan siempre una forma correspondiente a las creencias del devoto. Esto merece reflexión, pues es muy significativo que Dios aparezca bajo el aspecto de Cristo a los que así lo adoran y bajo el de Krishna a los que le adoran bajo el aspecto de Krishna. Mientras que para tranquilidad de los creyentes, nunca aparece bajo la forma de Krishna a un devoto de Cristo y viceversa. La interpretación de esta constatación permite distinguir lo que pertenece al hombre de lo que pertenece a Dios. Dios no tiene ninguna apariencia determinada, pues si la tuviera aparecería de la misma forma a todos sus devotos. Que Dios no tenga ninguna forma determinada es evidente, pues sabemos que Dios es el Ser absoluto, el cual se sitúa más allá de toda forma. Las apariencias bajo las cuales aparece Dios no pertenecen a Dios; son una creación de la mente humana, son el reflejo de las creencias del individuo. Lo que pertenece a Dios es la revelación que se manifiesta. Lo que pertenece al hombre es la forma adoptada por esta revelación Transcendente.

Si adoramos a Dios a través de nuestra mente, la iluminación interior que acompaña a toda percepción del Ser Supremo, no podrá manifestarse sino es a través de los contenidos de ésta, siendo así por ella coloreada. De la misma forma que la vidriera colorea la luz solar, nuestras creencias colorean nuestra percepción del Ser Divino y le dan el aspecto de Cristo, María, Krishna, Buda o de cualquiera de las múltiples personificaciones religiosas.

El clarividente se beneficia de una percepción indirecta de la Realidad Divina. Su percepción está indisociablemente unida y limitada a las fantasmagorías de su mente, la cual a su vez está condicionada por la herencia cultural recibida.

Lo que es cierto para la forma lo es también para las revelaciones verbales. Es siempre la mente la que abastece las palabras y las formas que arropan la percepción transcendente.

Si bien es cierto que adorar a Dios a través de la mente es mil veces mejor que la ausencia total de adoración, es así mismo evidente que adorar a Dios habiendo sobrepasado la mente es mil veces preferible a la adoración prisionera de la mente. Sobrepasando la mente podemos adorar a Dios sin intermediarios ni espejos deformantes. Sobrepasando el mental adoramos a Dios en su misterio, sin espejos deformantes, sin intermediarios, más allá de toda representación humana, de toda visión o revelación sensible. Contemplemos a Dios en su inefable y transcendente abismo.

Para acceder a una contemplación verdaderamente transcendente, sin rastro de representaciones mentales, debemos liberarnos del apego a toda forma de representación teológica. Es abandonando la devoción particularizada como alcanzaremos la devoción transcendente.

La más alta teología es la teología negativa del misterio, y no la teología positiva de la descripción. Toda descripción es antropomorfa, pues la Realidad de Dios está más allá de cualquier descripción. El antropomorfismo más grosero se representa a Dios bajo el aspecto de una persona teniendo un cuerpo humano. Así nace la concepción de un dios bueno, complaciente, poderoso, etc... En realidad ninguna cualidad puede atribuírsele a Dios, pues las transciende a todas. Dios no es amor, bondad, compasión, poder, belleza, etc... Él es mucho más que todo eso. Además, toda calificación pertenece al dominio de la manifestación Divina que engendra el universo, y no al dominio del Ser Divino en sí mismo. Dios manifiesta en su creación amor, bondad, belleza, compasión, poder, etc... Pero todas esas cualidades permanecen exteriores a Él. Dios en sí mismo, en tanto que Ser puro, no contiene ninguna cualidad particular. Toda cualidad es una manifestación, y Dios se sitúa más allá de toda manifestación. Mas allá de todas las manifestaciones que Él engendra.

Sabiendo que Dios es el Ser Absoluto, purguemos nuestra devoción de todas las representaciones religiosas, y de todas atribuciones teológicas. Al hacer esto, nuestra mente no podrá erigir su pantalla. Al no adorar ésta o aquella concepción o representación de Dios, podremos adorar a Dios en El mismo. Podremos adorar el inefable e insondable misterio del Ser Absoluto.

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