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LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES

¿A qué llamamos ejercicios espirituales?.

Los métodos de concentración, de visualización, de meditación, de contemplación, de oración, de recitación, de purificación... cuya motivación es la espiritualización y no la obtención de algo perteneciente al mundo físico o psíquico.

Una verdadera superstición hacia los ejercicios espirituales se ha extendido en ciertos medios llamados “iniciáticos”.

En esta superstición, se imaginan que es posible realizarse espiritualmente por la realización de ciertos ejercicios, que de alguna forma añaden a su vida.

El infantilismo de esta superstición aparece claramente a quien quiere honestamente hacer la siguiente pregunta:

¿En qué consiste la realización espiritual?.

No puede consistir en la introducción de pequeñas prácticas en nuestra existencia.

Evidentemente es la persona entera la que debe transformarse y espiritualizarse.

Elegir una pequeña disciplina tradicional, no muy dura que prescriba la realización de algunos ejercicios espirituales y el respeto a ciertas normas de conducta. Una pequeña disciplina que nos permita implícitamente considerarnos como formando parte de una élite o pertenecientes al rebaño de elegidos.

Tal es la maniobra de seguridad y compensación psicológicas adoptada por algunos.

El gran peligro de los ejercicios espirituales reside en permitir que la gente tenga una buena imagen de sí, sin ponerse en tela de juicio, sin comprometerse con una transformación integral.

Una transformación integral no puede ser obtenida sino por medio de una disciplina integral. Llevar a cabo varias veces al día uno o varios ejercicios espirituales, durante un lapso de tiempo determinado, es una disciplina indispensable, pero no es una disciplina integral.

Una disciplina integral impregna integralmente toda nuestra vida. No se reduce a la realización de unos cuantos ejercicios, sino que se realiza o tiende a realizarse en cada instante. Es cierto que se trata de una exigencia extrema, pero precisamente en la intensidad de esta exigencia es donde encontramos una posibilidad de realización espiritual.

Los ejercicios espirituales realizados en diversas ocasiones en la vida cotidiana, constituyen una ayuda en el camino de la disciplina integral. Estructura espiritualmente cada día y le dan una tonalidad favorable.

Sin embargo, cualquiera que sea el valor de los ejercicios realizados, una espiritualidad desprovista de la exigencia de una disciplina integral, es como un hombre sin columna vertebral: todo en él es blando, inmóvil y sin verticalidad.

Se resume a unas cuantas concepciones, un poco de sentimentalidad enternecedora y vagas intuiciones. Las experiencias espirituales que, de vez en cuando, se manifiestan permanecen esporádicas y fuera del contexto de la vida cotidiana. Está la vida de todos los días, y la espiritualidad. Constituyendo ésta última una especie de superestructura que ha sido añadida a la existencia. Para que la vida sea transformada en su totalidad y profundidad, debemos tener por preocupación cotidiana y constante la introducción sistemática del despertar a la dimensión espiritual en todas nuestras actividades.

Esta preocupación es necesaria porque somos increíblemente estúpidos. Porque conociendo por propia experiencia la felicidad y la libertad que nos dé la percepción espiritual, la olvidamos para recaer en el sufrimiento y la esclavitud. ¿De dónde nos viene esta imbecilidad? De los automatismos mentales que han sido inscritos en nosotros. Luchar contra la rigidez de los automatismos que nos aprisionan es la finalidad de una disciplina integral.

Quienes se imaginan que ciertos ejercicios desembocan mecánicamente en una especie de realización espiritual, han decidido instalarse en la auto-satisfacción de cumplir con esa tarea.

Entonces, la ayuda que representan esos ejercicios espirituales se transforma en una trampa de una temible sutilidad. La aspiración a sobrepasarnos, llave de la transcendencia, se encuentra miserablemente deformada por el horizonte impermeable de una personalidad perfeccionada.

El perfeccionamiento, por muy sublime que pueda ser, no es más que una mejora interna. Mediante la práctica de ejercicios espirituales el hombre puede terminar por convertirse psicológicamente muy poderoso, refinado y puro, pero permanecerá desesperadamente encerrado en sí mismo.

Bien que el perfeccionamiento favorezca y prepare la realización, la realización espiritual no es el resultado de ningún perfeccionamiento, sino de un proceso de sobrepasarse.

Para sobrepasarse debe tomarse un punto de apoyo situado en el exterior, y gracias a este último salir de las estructuras en las que uno se encuentra. El Despertar a la dimensión espiritual, constituye el punto de apoyo que nos sacará de nosotros mismos y nos encaminará hacia la realización espiritual.

El Despertar no es la resultante de un ejercicio espiritual. Puede manifestarse durante la ejecución de uno de estos ejercicios y a causa de ello imaginarse confusas coincidencias. El Despertar es una simple toma de consciencia.

En la realización de un ejercicio espiritual, la personalidad es activa, es ella la que lo realiza.

En el Despertar la personalidad es pasiva, ella no realiza nada, hay simplemente toma de consciencia de lo que existe.

La toma de consciencia pasiva del Despertar provoca una apertura y una receptividad de cara a la dimensión espiritual, cuyo influjo está siempre listo a expresarse para comenzar su proceso de regeneración.

Habiendo comprendido esto, sabremos ahora que la más alta disciplina, la que engloba a todas las otras, las motiva y las justifica; que conviene al debutante como al adepto ya en el camino; esta disciplina es la de la búsqueda del estado de gracia en cada instante.

Constantemente estamos en estado de gracia o en estado de pecado. Estamos en estado de Gracia cuando permanecemos conscientes de la existencia de Dios y permeables a Él. Estamos en estado de pecado cada vez que lo olvidamos.

Tener consciencia de Dios, buscar tener consciencia de Dios, recordaros constantemente que hay que tener consciencia de Dios.

Esta es la única disciplina esencial y primordial, que debéis de esforzaros por realizar constantemente.

En relación con esta necesaria búsqueda constante de la Toma de Consciencia de lo Divino, todo ejercicio espiritual válido, constituye una ayuda necesaria pero no fundamental.

Esto no significa que los ejercicios espirituales deban ser descuidados. Instauran y mantienen un contexto interior favorable a nuestro Despertar a Dios. Por lo tanto, el recurso a los ejercicios espirituales es indispensable para llegar a una impregnación integral del Despertar en la totalidad de la vida cotidiana.

Pero si los ejercicios espirituales son pilares para la luz cuando los utilizamos para ayudarnos a permanecer constantemente conscientes de Dios, se convierten en obstáculo cuando pretenden contener la realidad espiritual.

En nuestra Consciencia de lo Divino encontraremos el Conocimiento, el Amor y la Guía.

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