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PERFECCIONAMIENTO MORAL


¿Cómo podemos progresar hacia una evolución individual, sin riesgo de adoptar por conformismo proposiciones llegadas del exterior?. ¿Cómo, sin confundir evolución hacia un comportamiento idealizado, con evolución individual y natural?. Y, por fin, escollo aparentemente temible, ¿cómo podemos perfeccionar nuestra naturaleza bruta sin menoscabar nuestra espontaneidad?.

La respuesta es: Lo podemos hacer Despertando. Estar despierto es ser consciente. La personalidad se transformará y evolucionará espontáneamente en la dirección que le marque el desarrollo de las potencialidades originales que la habiten, al tomar conciencia de una forma cada vez más intensa de los movimientos que la caracterizan. Para ello, observemos la totalidad de su comportamiento, pues la observación conlleva un dominio profundo, que no es una mera adecuación a un ejemplo exterior.

El Despertar es una toma de conciencia, y esta toma de conciencia nos convierte en el espectador de nuestra personalidad. Asistiendo a la expresión de sus humores, de sus tendencias, de sus instintos y de sus aspiraciones, engendramos un proceso de transformación de ciertas actitudes como: cobardía, estupidez, egoísmo, etc... ya que, a no ser por una grave perversión moral, nadie se complace con lo negativo una vez que es percibido como negativo. Percibir que algo es negativo, es suscitar en nosotros el deseo de que desaparezca, es engendrar una reacción transformadora. Por el contrario, otras tendencias de la personalidad nos resultarán hermosas, nobles, enriquecedoras, exaltantes,... complaciéndonos el cultivarlas. Así vemos cómo la observación y la toma de consciencia que de ella resulta, engendra el perfeccionamiento moral.

Pero he aquí una constatación capital, realizamos este perfeccionamiento sin seguir de una forma ciega, los preceptos de un sistema religioso. Los juicios que emitimos sobre las manifestaciones individuales, no son la consecuencia de la adopción de una tabla de valores; son el fruto de una percepción libre y espontánea.

Las enseñanzas tradicionales pueden proveernos de interesantes indicaciones, que sería estúpido no tener en cuenta, sin embargo debemos pasarlas por el filtro de nuestra experiencia personal; debemos ajustarlas a la coyuntura temporal, debiendo redescubrir y recrear para nosotros mismos cada precepto a través de un conjunto de tomas de consciencia.

Ilustremos este proceso mediante un ejemplo: Imaginemos por un momento que tenemos un temperamento colérico. No se trata de inmediato reprimir la cólera simplemente porque hemos leído o alguien nos ha dicho que debamos hacerlo. Reprimirla sería disimularla. Contentémonos con observarla atentamente. A fuerza de observarla y de sorprendernos cada vez que se produce o se prepara en nosotros, vamos a adquirir un conocimiento y una lucidez que antes no teníamos. Esta lucidez eliminará la aparición de ciegas e incontrolables ataques de cólera. Poco a poco, encolerizarse en circunstancias que antes nos hacían saltar del asiento, nos parecerá estúpido, y de una forma natural, sin esfuerzos, sin crispaciones o falso dominio, guardaremos la calma. No habremos vencido la cólera reemplazando esta manifestación exterior por una crispación interior, produciendo una impasibilidad rígida y artificial. Habremos eliminado la cólera por no encontrar en ese sentimiento la mínima satisfacción. La cólera no podrá cohabitar con la lucidez atenta que ahora será en nosotros algo habitual.

Una transformación tal es la resultante de una toma más de conciencia que florece en el Despertar. Esto no es más que un ejemplo. Hay que actuar de esta forma con todas las manifestaciones de la personalidad.

En ciertos casos, constataremos que la simple toma de consciencia de lo negativo, lo expulsará interrumpiendo y, más adelante, impidiendo su expresión. Esto se realiza sin esfuerzo, independientemente de la voluntad actuante. Pero en otros casos, bien que percibido como tal, continuará manifestándose si permanecemos como simples espectadores y no tratamos de vencer esa inercia con algún esfuerzo voluntario.

Que una simple toma de consciencia baste para arrancar lo negativo, o bien que sea necesario hacer un esfuerzo por liberarnos de él, dependerá del grado de arraigo que posea lo negativo. Resulta lógico por otra parte el que se tarde a veces mucho tiempo en vencer lo que se ha cultivado también durante mucho tiempo.

La observación nos revelará en muchos casos, que las tendencias, pulsiones, o voluntades divergentes, tratan de expresarse. Así comprenderemos claramente que el hombre, a nivel psíquico, no es más que un conglomerado más o menos coherente. Es una tierra en la que importa tanto arrancar las hierbas malas como cultivar las flores de la espiritualidad.

Llegado a cierto punto de lucidez, ante la presencia de dos pulsiones contradictorias, la misma toma de consciencia nos hará sentir cuál es la pulsión que una vez ejecutada, llenará de belleza nuestro interior, y cual lo envilecerá. La voluntad deberá dirigirse al buen lado, a fin de permitir a la pulsión más elevada manifestarse, o bien impedir a la pulsión percibida como negativa exteriorizarse.

Tomar consciencia de la negatividad de eso que ha sido dominado, es muy importante. Esta toma de conciencia no debe confundirse con la conformidad intelectual hacia una teoría moral. La conformidad intelectual, cuando no lleva consigo una real y profunda convicción del individuo, cuando no ha sido verificada por la experiencia y la libre reflexión personal, no puede constituir un soporte válido para el dominio de sí.

Este tipo de conformidad por simple deseo de conformismo, engendra hipocresía o rechazo. Por el contrario, cuando a través de diversas tomas de conciencia nos hacemos creadores de valores morales a los cuales nos suscribimos, el dominio de sí no es vivido como una imposición represiva, sino como un ensanchamiento interior y una liberación.

Sin ese tomar consciencia, la conducta moral es el fruto de la sumisión a una autoridad exterior. Sin tomar conciencia, la personalidad se crispa en una actitud rígida, intransigente e introvertida. El respeto a las prohibiciones constituye una obligación impuesta, y esto engendra múltiples rechazos, múltiples reacciones subterráneas, reforzando y estratificando las estructuras del ego.

Las tomas de consciencia, cuando están hechas con suficiente constancia y profundidad, queman la raíz de las actitudes negativas. Lo negativo es arrancado al descubrir las verdaderas causas que provocan su aparición, al descubrir por qué mentimos, por qué exageramos, por qué somos autoritarios, etc...

Cuando de ti se eleve un poderoso deseo de liberarte de lo negativo, su dominio no engendrará ninguna frustración. Tal es la vía del perfeccionamiento personal.

Observa lo negativo, comprende las debilidades psicológicas sobre las que reposa, y siente el rechazo que provocan. Observa las tendencias positivas, siente la alegría y la fuerza que provoca su expresión.No se trata de observar la personalidad de vez en cuando. Es necesario trabajar sobre ella constantemente, diariamente, con perseverancia y ahínco.

Debemos aprender a vivir bajo nuestra propia mirada. Esta es la llave de la lucidez, de la transformación, de la realización y del Despertar. No te conformes con cualquier cosa. Observa para que la consciencia descienda a todas las acciones y reacciones. El dominio, la evolución, el perfeccionamiento se desprenden de la observación. Sus procesos serán originales, naturales y espontáneos, pues no serán el resultado de una crispación, de un bloqueo, de una imitación o de un condicionamiento cualquiera, sino de una toma de consciencia. La consciencia se despierta, crece, desciende, toma, engloba y transfigura poco a poco la personalidad que se abre a ella. Tal es el epitafio del misterio central de la iniciación.