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LA MANIFESTACIÓN DIVINA

La totalidad del universo es la manifestación de Dios, comprender esto es conocer la suprema manera de vivir.

Cuando el espíritu realiza que todo lo que la mirada puede percibir es Dios manifestado, el universo se convierte en un templo.

La relación que tenemos con los seres y las cosas se encuentra modificada. Toda relación se vuelve una relación sagrada.

Ver en todo una manifestación de Dios, es tener la revelación de la Inmanencia Divina.

En la percepción del vacío y del silencio inmaterial, que permanece inalterable más allá de todo, conozco la Transcendencia. En la percepción del mundo, conozco la Inmanencia.

Para conocer la Inmanencia, es preciso vivir con una extrema atención. Todo contiene a Dios y, es gracias a la atención que pongo en las cosas que conozco que Dios se revela a través de ellas.

Realizar los actos más cotidianos con una consciencia intensa, y conservando presente en el espíritu la relación con lo Divino que se efectúa a través de ellos, tal es el comienzo de la suprema manera de vivir.

Vestirse, comer, beber, dormir, mirar por la ventana, encontrarse con alguien, todo eso se vuelve sacramentos que lo Divino nos otorga.

Con la comprensión de la Inmanencia, vemos que el universo está enteramente impregnado de la presencia de lo Divino.

Con la comprensión de la Inmanencia, todos los objetos se vuelven compañeros, compañeros de un instante, o bien compañeros de años o de meses sucesivos. No existe objeto indiferente. Todos están cargados del inefable misterio. Una nueva sensibilidad nos une a ellos. En el silencio un diálogo se establece y nos entregan su mensaje. Mensaje incomunicable para quien no está despierto a la Inmanencia.

Dios no está solamente en los templos y las iglesias, Él está en vuestra habitación, está en el corazón del bosque y sobre las pendientes de las montañas, está en la plaza pública y en la calle.

Aquel que conoce la Inmanencia no tiene necesidad ya de templos ni de lugares santos. La ve a Dios en todas las cosas. Desde ese momento, ¿por qué tendría que ir abuscarLo aquí o allá?.

Ver a Dios en todo, es la suprema manera de vivir.

Volveréis a ver a Dios en los templos de todas las religiones, pero no creáis que El se deja encerrar en los edificios o circunscribir en recintos precisos. Aprended a verLo y a sentir Su Presencia en todos los lugares. Todo lugar en el que seáis sensibles a la invisible presencia de lo Divino se volverá un lugar sagrado. Toda actividad en el seno de la cual permanecéis conscientes de la omnipresencia de lo Divino, se volverá un acto sagrado. Será un rito en el más amplio sentido del término. Un rito no
estereotipado. Un rito vivo, despojado de toda superstición. Un rito religioso, que os unirá a Dios, que establecerá una comunicación con Él, y se volverá un canal para el arraigamiento de su Gracia santificante.

En vuestro Despertar a la Inmanencia de los múltiples actos cotidianos, hasta ahora oscuros, grises y rutinarios, se volverán sacramentos de los que recibiréis la bendición.

La Naturaleza os abrirá el libro de sus misterios y os otorgará sus iniciaciones. Para quien conoce la Inmanencia, caminar en la naturaleza, sentarse en su seno y permanecer silencioso, lleva a altas experiencias espirituales.

En la percepción de la Inmanencia todo hombre se muestra como vehículo de Dios. Ya sea consciente o inconsciente el hombre es un receptáculo de Dios. El receptáculo, es decir, la personalidad puede ser más o menos puro, más o menos transparente, más o menos digno o indigno de Dios, pero por ello no deja de ser un tabernáculo sagrado.

Así, por medio de nuestro Despertar a la Inmanencia, superamos la corteza de la personalidad, y en todo hombre contemplaremos a Dios. Con todo hombre estableceremos una relación Divina.

Lo que es verdad para los hombres lo es para los animales. Dios está idénticamente presente en los hombres y en los animales. Sin embargo en los hombres existe, de una manera general, teniendo  necesariamente algunas excepciones, la posibilidad de conocer a Dios, mientras que en los animales esta posibilidad no existe.
Esto es lo que nos revela nuestra sensibilidad contemplativa e intuitiva. La comprensión de la Inmanencia engendra un respeto, una admiración y una devoción frente a cualquier cosa y a todo ser viviente. Cuando todo objeto es manifestación de Dios, manipulo los objetos con respeto, amor y comprensión. Por esta comprensión vivimos en alegría constante. Vivimos con alegría y amor. Es verdaderamente la suprema manera de vivir.

La contemplación del silencio y del vacío infinito hace que nos retiremos del mundo, nos hace olvidar lo Manifestado y nos sumerge en la transcendencia. Sin embargo la búsqueda exclusiva y constante de esta forma de Despertar constituirá una negación insultante lanzada en relación al mundo, a la Manifestación de Dios.

Por medio del Despertar a la Inmanencia salimos del Vacío sublime, para entrar en la fantasmagoría fenomenal y volver a encontrar allí a Dios.

Quien conoce las dos formas de Despertar permanecerá siempre consciente de Dios. En el mundo y en el más allá de todo, discernirá constantemente la misma presencia indecible, y su corazón será colmado.

El mundo es un sueño ilusorio y oscuro si lo consideramos separado de Dios; pero se vuelve una realidad poderosa y gloriosa cuando en él se ve Su Manifestación.

Al Despertar a la Inmanencia comprendemos que lo Divino nos rodea por todas partes Nos sentimos envueltos y llevados por Él. Estamos en Él como un niño está en el vientre de su madre. Respiramos lo Divino, gustamos lo Divino, miramos las formas y los colores de lo Divino. Esta constante percepción de la Inmanencia Divina da lugar a una extensión extática de la Consciencia. Quien ama a Dios, se exalta y se embriaga de verLo y de conocerLo bajo los mil aspectos en que se revela en la vida cotidiana. Todo este maravilloso universo es el Señor bien amado. Las sensaciones, las percepciones, los pensamientos, son Su Manifestación. Quien comprende esto y lo contempla se purifica. El mal se aleja de él, ¿acaso podría el mal tener sitio en aquel que está animado de tal devoción?. La visión de Dios aparta todas las impurezas, pues allí donde Dios está la sombra no subsiste. Ver a Dios en todo es purificar el ojo. El mundo se percibe tal y como se lo concibe. Concebid el mundo como un lugar de desesperanza y vuestras percepciones estarán llenas de tristeza. Contemplad el mundo como Manifestación de Dios, y vuestra percepción de la existencia estará llena de luz y de felicidad.

De ahora en adelante no queda más que una cosa que comprender y que vivir: “Sois Uno con el Dios adorado. Sois Uno con la Inefabilidad de Su Manifestación y la gloria de Su Manifestación”.