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DIÁLOGO INTERIOR

Por el diálogo interior serás dueño del vehículo humano.
Por el diálogo interior constatarás la existencia de diferentes niveles del psiquismo.
Pero en esta práctica del diálogo interior es preciso prevenirse de la trampa de la identificación.
Lo superior debe ser dueño de lo inferior. Sin embargo debéis situaros más allá de los dos, en la transcendencia de lo no manifestado.
Ejemplos concretos os harán captar con toda claridad en qué consiste el diálogo interior:
Supongamos que sentís una brusca irritación a causa de la actitud de uno de vuestros comensales. A pesar de este enervamiento, recordándoos el imperativo del Despertar, permaneceréis lúcidos, plenamente conscientes. Constatad la brusca subida del enojo. Hay pensamientos repentinos formulando los motivos de su enfado. Hay ciertas crispaciones en la cara, quizá una tensión o una brutalidad en los gestos, una modificación del ritmo de la respiración, una contracción al nivel del plexo solar. Y consiguientemente, hay el imperativo de libraros a estas observaciones inadecuadas.
Permanecer simplemente como espectadores pasivos de ese fenómeno de enervamiento no es la solución. Existe la necesidad preliminar de una observación consciente y desapegada. Y siendo hecha ésta observación, la irritación permanece. ¿Qué es preciso hacer entonces? Será necesario practicar el diálogo interior.
El fragmento psíquico que expresa el enervamiento es de hecho un aspecto de vuestro mental bastante infantil. Es el mental del niño enojado que está contrariado pues el mundo exterior no obedece a sus caprichos y a sus preferencias.
Este niño caprichoso y enojado que habéis sido, lo habéis sido siempre. El mental se forma por la sedimentación de capas que se van añadiendo sucesivamente las unas sobre las otras. Por lo tanto, habrá siempre en vosotros un aspecto mental infantil. Esto es preciso saberlo.
Nuestro propósito no es explorar el contenido de las sedimentaciones que componen el psiquismo. Esa clase de investigación es propia del psicoanálisis y de las diversas psicoterapias.
Nuestro objetivo consiste en dominar las manifestaciones que resultan de la activación de las diferentes sedimentaciones del psiquismo.
A menos que se trate de graves problemas que necesiten de una psicoterapia, es inútil, peligroso y nefasto, hacer salir los elementos negativos con el fin de analizarlos. Actuar así, es buscar problemas donde no los hay.
Los elementos negativos del psiquismo cuando se convierten en simples potencialidades virtuales, depositadas en el inconsciente, y  que no ejercen ninguna influencia que afecte gravemente al comportamiento, no deben ser inútilmente reactualizadas y conducidas a la consciencia por métodos piscoterapéuticos. Si consideramos que la psicoterapia es a veces necesaria, la psicoterapia para todos es un absurdo demagógico, un proselitismo de mala calidad que se opone al camino espiritual. Este camino es un movimiento hacia lo alto y de ninguna manera una investigación de las raíces del comportamiento.
Lo que importa desde el punto de vista espiritual, es llegar a ser dueño del vehículo humano. Si las causas inconscientes impiden toda esperanza de dominio, entonces aprobamos la práctica de una psicoterapia y lo consideraríamos como una etapa necesaria en vuestro camino de evolución. Por el contrario si ningún problema grave os impide llevar una vida banalmente normal y equilibrada, esta apertura del subsuelo psíquico, no es solamente inútil sino también peligrosa. Numerosos son los que entregándose a una psicoterapia, sin una necesidad real, han sufrido una regresión espiritual.
La práctica del diálogo interior, práctica que debe seguir una toma de consciencia pasiva, se dirige a aquellos que no tienen necesidad de psicoterapia. Es decir, de hecho, al mayor número de personas. Pues la teoría según la cual todo el mundo estaría psicológicamente enfermo, es precisamente una opinión enferma, que revela el proselitismo aberrante que acabamos de nombrar.
Terminando con esta disgresión, volvemos al caso concreto de aquél que siente los fenómenos de enervamiento anteriormente descritos. Para él, el diálogo interior consistirá en razonar con el fragmento psíquico que experimenta la irritación.
Será necesario establecer un verdadero diálogo. Acabáis de constatar en el mental la aparición de determinados pensamientos expresando quejas en relación a la persona que os ha molestado. Enseguida formularéis interiormente otros pensamientos que responderán a los primeros, desarrollando una argumentación contradictoria. Decid interiormente:
“Tal persona ha dicho esto, o ha hecho lo otro, por tal o cuál razón... su carácter tiene tal o cuál característica lo que explica su actitud... Es absurdo achacarle la culpa. Ello ha sido hecho sin mala intención o bien su mala intención ha sido motivada por esto o aquello... Es infantil irritarse por una cosa tan insignificante. Es preciso retroceder... Constatar que aquello no tiene ninguna importancia en nuestra vida. Darse cuenta, que mantener la serenidad es una adquisición de alta importancia. Disipad esa irritación inconveniente. Decirse, de qué sirve polucionar el mental manteniendo pensamientos de rencor. Recordar la necesidad de dominar esos gestos y de retener esas palabras agresivas. Exhortarse a la calma... Constatar que es mucho más agradable permanecer en un estado de ecuanimidad. Decirse igualmente, ¿de qué sirve beber el vinagre de la cólera concentrada?. Practicar la distensión de los músculos de la cara y del conjunto de las tensiones que habitan nuestro cuerpo. Forzarse a continuación de esta relajación a expresar una media sonrisa... etc...”.
He aquí el tipo de sugestiones que se deben hacer con la parte del mental que se dirigirá a la zona psíquica en la cual se ha experimentado el enervamiento.
Este tipo de reflexiones no es más que un ejemplo. A usted le corresponde adaptarlo a la multiplicidad de circunstancias concretas. Lo que acabamos de decir, tomando como ejemplo el enervamiento, puede repetirse en diversas variantes como el robo, la mentira, la pereza, etc... así como para todas las tentaciones negativas.
Para el robo será necesario sugestionar la parte del mental que expresa los argumentos, justificando el hecho que uno se propone cometer, explicando que la parte de la rectitud y de la irreprochabilidad moral es mucho más importante que cualquier ganancia material.
Para la mentira: sorprendiéndose en flagrante delito de mentira se razonará el mental por el mental recordándole la debilidad, el absurdo, la bajeza que hay en el hecho de exagerar o disimular la realidad. Se exhortará al mental por el mental a practicar la virtud de la verdad, recordándose la fuerza y la serenidad que se desprenden de aquél que dice siempre la verdad. Se pensará igualmente en la importancia que hay en poseer una perfecta adecuación entre el mundo interior de los pensamientos y el mundo exterior de la palabra.
Inútil multiplicar los ejemplos, eso nos conduciría a pasar revista a todos los elementos constitutivos de la moral.
En todos los casos, el principio será el mismo: habiendo constatado la presencia de una tentación negativa, se utilizará el mental para razonarse y sugestionarse, ello desarrollando tantos argumentos como haga falta, e insistiendo también largo tiempo todo lo necesario para que el impulso tentador sea dominado.
En determinados casos, el razonamiento y la sugestión no tendrán como propósito el reprimir un impulso negativo, sino al contrario animarnos para cumplir cierta cosa.
Así retomando el ejemplo de la mentira, habiendo constatado demasiado tarde que acabáis de mentir, rectificaréis enseguida delante de vuestros interlocutores, manifestándoles vuestra mentira, vuestra deformación o vuestra exageración de la exacta verdad.
Lo mismo en caso de temor ante una acción que realizar, será preciso razonar con el cuerpo y la emotividad, de tal forma que por la repetición sugestiva encontréis la seguridad y la fuerza que os hace realizar lo que debe ser hecho.
Para la pereza se exhortará a superarla, y se recordará las ventajas que resultan de la acción que uno quiere cumplir.
Todavía podemos multiplicar los ejemplos, pues son muy numerosas las ocasiones en donde el diálogo interior deberá ser orientado de manera que nos incite a hacer esto o aquello, y no a dejarlo de hacer.
Hay una práctica que puede fácilmente hacernos captar la sutilidad y la intensidad del diálogo interior, es el ayuno. Con la condición de que no nos encontremos dentro de un grupo practicando esta abstinencia. En ese caso no será el poder del diálogo interior el que ha de ser determinante, sino el efecto de la sugestión y del condicionamiento colectivo.
Para sentir claramente el mecanismo del diálogo interior gracias al ayuno, es preciso que usted decida ayunar tal o cual día sin ningún sostén exterior. ¿Qué pasará entonces? Una parte de vuestro psiquismo decidirá este ayuno. La jornada de ayuno comienza: habiendo transcurrido un cierto número de horas y haciéndose sentir el hambre, he aquí que otra parte de vuestro psiquismo toma la palabra y os explica que es ridículo o inútil el ayunar.
Tal fenómeno es muy interesante de estudiar, os permite captar claramente la lucha que se opera en vosotros. Es una lucha entre el “sí y el no”. Pero en muchos casos la voz del “sí y el no” no hablan simultáneamente sino alternativamente. Es en esta alternancia donde reside el peligro y es en esta alternancia donde desfila la ausencia del dominio de uno mismo.
Habiéndose expresado el “sí es preciso ayunar”, cuando aparece el “no es preciso ayunar”, el “sí” ha desaparecido. El “no” se encuentra solo en lista y es por eso que puede fácilmente triunfar. Todo el problema del diálogo interior consiste en poner el “sí” y el “no” en presencia el uno del otro para que se enfrenten y pesarlos sobre la balanza de la tesis positiva hasta que ella gane.
Cuando el “no” aparece, si olvidáis totalmente el “sí”, entonces olvidáis vuestro ayuno y cambiáis de parecer, abandonando y lamentándolo después cuando el “sí” reaparezca de nuevo.
Por el contrario si apareciendo el “no” recordáis al “sí”, y lo confrontáis con el “no”, sentiréis la lucha entre: “el sí y el no”. Esto os enseña mucho sobre el funcionamiento del vehículo humano, pues lo que es verdad para el ayuno, lo es para todos los casos de la consciencia que son una lucha entre dos aspectos del psiquismo.
Habiendo observado la lucha entre el “sí y el no”, entrad en el combate mediante una acción voluntaria y reforzad el “sí”.
Hacer triunfar lo espiritual es aprender a vencer una tentación. Y cuanto más se refuerce vuestra capacidad de vencer una tentación, igualmente más se reforzará vuestra capacidad de vencer otras tentaciones. En eso reside la riqueza universal de la práctica del ayuno. Pues del mismo modo que el ayuno, las otras privaciones propuestas episódicamente por las diferentes tradiciones, nos permiten entrenarnos y acorazarnos contra las tentaciones. Aprendiendo a vencer la tentación de romper el ayuno, adquiero una fuerza interior que me permitirá vencer más fácilmente la tentación del adulterio, del malhumor, la violencia y de cualquier otra pulsión negativa.
Desde esta óptica, el ayuno, independientemente de cualquier otra justificación de tipo higiénico, es una disciplina preciosa para aquel que comienza en el sendero del diálogo interior. Y repitámoslo, es por lo mismo el conjunto de privaciones episódicas que constituyen la ascesis que está en la base de toda tradición auténtica.
Una pregunta queda en suspenso: “¿quién es el que dialoga?”. “¿Quién dialoga con quién?”. Se puede responder brevemente diciendo: “el psiquismo superior dialoga con el psiquismo inferior”.
Hay en vosotros un psiquismo inferior. La concretización máxima de ese psiquismo inferior es eso que las tradiciones han llamado nuestro mal ángel. Vuestro demonio interior. Vuestro tentado. Que no es otra cosa que la fuente de todas las potencialidades negativas que os habitan.
Hay en vosotros un psiquismo superior. La concretización máxima de ese psiquismo superior es vuestro ángel guardián, vuestro ángel bueno, que no es otra cosa que la fuente de todas las potencialidades positivas que os habitan.
Podemos decir simbólicamente que la vida humana es un combate entre el bueno y el mal ángel, los cuales se encuentran en vuestra psicología interior. En el campo cerrado de esta interioridad, esos dos héroes de la Edad Media, el bueno y el mal ángel se enfrentan incansablemente con las espadas radiantes en un combate titánico.
Innumerables son las mitologías y los simbolismos que expresan la realidad cósmica de ese combate. El microcosmos siendo el reflejo del macrocosmos en ti mismo, desarrolla el combate de las dos potencias. En usted mismo, Ahram, el espíritu del bien, y Ormuz, el espíritu del mal, libran la batalla.
Así como lo enseña en Mazdeísmo, el espíritu del bien y el espíritu del mal, son dos gemelos salidos de la trascendencia. Trascendencia llamada en esta doctrina Zarvan Akaran. Desde esta óptica, la realización espiritual se identifica con la victoria en uno mismo del espíritu del bien sobre el espíritu del mal. En esta victoria del bien sobre el mal no puede a nivel individual concretizarse más que por cultivar el buen pensamiento, la buena palabra y la buena acción.
En usted mismo, el poder del Indra védico armado con el rayo debe aterrorizar el poder de Vrtra, que es la capacidad de resistencia oscura a lo divino. Resistencia que se aferra a la montaña de apariencias fenomenales, e impide a las Aguas de la Realidad divina fluir en este mundo, y nutrir a los seres vivientes.
En uno mismo, El Orus egipcio, dios  de la luz debe vencer y castrar a Seth, el señor del mal simbolizado por el aligator.
En uno mismo San Miguel debe abatir al dragón.
Todas las grandes tradiciones expresan al nivel cosmogónico y psicológico la necesidad de la lucha del bien contra el mal. No creáis que podéis evitar esta lucha. Entrad valientemente en el combate interior que no es otro que la gran guerra santa del Islam. Convertios en un héroe de lo espiritual por vuestras tomas de consciencia de lo negativo, y por el diálogo interior que deberá seguir inmediatamente estas tomas de consciencia.
Muchas malas tendencias se deslizan en ti en el estado potencial Sería suficiente un cierto tipo de acciones y de reflexiones para hacerlas activas. Mientras que más allá, un cierto número de tendencias negativas están en vuestras actividades según las intensidades energéticas variables. Es preciso vencer todas esas tendencias negativas.
Ciertas tendencias luminosas están ya activas en vosotros, pero hay muchas otras que permanecen todavía en un estado potencial. Es suficiente un cierto tipo de acciones y de trabajo interior para convertirlas en activas.
El mal ángel y el ángel guardián son pues las dos reservas potenciales de lo positivo y de lo negativo.
El hombre clásico es una mezcla variable de los dos. Aquel que sigue una ascesis demoníaca, acaba por identificarse totalmente a su mal ángel que se convierte en una realidad totalmente activa; mientras que las tendencias que componen el ángel guardián se convierten en él, en simple potencialidades. Aquel que sigue una ascesis luminosa acaba al término de su evolución individual por identificarse totalmente a su ángel guardián; se convierte en un ángel al nivel psíquico y las tendencias negativas que componen su ángel malo se convierten en él en totalmente potenciales.
El combate espiritual que se expresa en el diálogo interior, es un acto en el cual los dos ángeles se enfrentan.
El diálogo interior es la experiencia de la fricción del libre albedrío.
El diálogo interior es el útil, gracias al cual, hacéis retroceder paulatinamente en vosotros la sombra y el imperio del demonio para que de una manera siempre más clara el ángel que todavía no sois más que potencialmente se convierta en vosotros en una realidad efectiva y reporte finalmente la victoria.
El yo psicológico del hombre es una mezcla de sombra y de luz. El sufre la doble influencia de lo infrahumano y del superyo angélico.
Ese superyo angélico no tiene nada que ver con el superego freudiano. El superego freudiano no puede ser confundido con el superyo angélico, pues si es verdad que éste último inhibe las malas tendencias, igualmente inspira y enriquece al individuo. Además en el superego freudiano, la inhibición es un proceso irracional, mecánico, involuntario e inconsciente. Mientras que en el superyo angélico, la inhibición de lo negativo es consciente, razonado, lógico y voluntario. El superego freudiano está en el inconsciente. El superyo angélico está en el consciente.
Ciertas observaciones del psicoanálisis son sin embargo exactas, puesto que es verdad que una educación inhibidora forma una contra-forma inconsciente del superyo angélico.
Contra-forma que es precisamente el superego freudiano. Notemos que todo despertar auténtico del superyo angélico hará desaparecen en un resplandor ésta contra-forma inconsciente que no sabría soportar su luz. La práctica que se indica a los adeptos de la espiritualidad es excesivamente simple. Se trata de instaurar en nosotros un diálogo interior, y de día en día hacer, gracias a ese diálogo y a nuestros esfuerzos voluntarios, triunfar lo positivo y lo luminoso. Haciendo eso deberemos sin embargo evitar caer en una trampa. Esa trampa consistiría en identificarse con el psiquismo superior y angélico. Tal identificación, si bien puede constituir una etapa en el proceso de evolución espiritual no puede ser considerada como el propósito último. Ese objetivo último está representado por el camino gnóstico, la ascesis del gnóstico supera la luz y las tinieblas, mientras que la ascesis angélica no sobrepasa más que las tinieblas.
Identificarse con el psiquismo superior es hacer el bien pensando: “yo hago el bien”. “Yo lucho contra el mal”.
Elevarse al nivel de la gnosis es hacer el bien sabiendo que es el psiquismo angélico quien cumple esos actos positivos y quien lucha contra el mal, mientras que nosotros permanecemos más allá en nuestra trascendencia inactiva, que no es otra que nuestra pura consciencia que permanece testigo del hombre y del mundo.
Lo mismo que el santo, el gnóstico desarrolla el ángel que en él habita, pero mientras que el primero limita su punto de vista a la identificación con su cuerpo de gloria angélico, el segundo considera el cuerpo de diamante del ángel como su simple instrumento de acción, instrumento con el cual él no sabría confundirse.