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LA DIGNIDAD [3ª Parte]

Leer LA DIGNIDAD [2ª Parte]
Continuación


No se trata de leer lo que escribimos y después pensar en otra cosa. Es preciso trabajar cotidianamente en colorear, por medio de este conocimiento, la mirada con la que vemos a la esposa, el marido, los niños, los padres, la historia de la humanidad y la actualidad mundial.

En su aberración, el ignorante quiere modificar la trama del sueño, y algunas veces llega por un tiempo a desplazar algunos hilos de la trama. El hombre de Conocimiento, tiene por objetivo ayudar a la gente a salir del sueño que les ilusiona.

Hemos dicho igualmente que en la indiferencia había desapego. El Rey tiene todo lo que desea, y es por lo que no anhela ninguna especie de riqueza.

La mirada de los ignorantes desborda envidia y codicia. Sin cesar, su mirada expresa el deseo de posesión. Posesión sexual. Posesión material. Posesión cultural. Posesión de preferencia y dominación. Tomad consciencia de esto y ved que vil es esta actitud.

A vosotros, Hijos de Dios, y príncipes del universo, todo os pertenece. La totalidad de los mundos es de vuestra propiedad. Pues es esta totalidad no es otra que la expresión de vuestros fantasmas creadores del universo entero.

¿Por tanto que puede usted desear?.

La toma de consciencia de vuestra verdadera y divina naturaleza, crea un sentimiento de plenitud que deshace todo deseo.

El deseo procede de una carencia, de un vacío interior. La búsqueda de la satisfacción de los deseos, es una tentativa desesperada para llenar ese vacío, a fin de llegar a la plenitud. Esta búsqueda está perfectamente simbolizada por el tonel de las Danaïdes. Nunca resultará la plenitud de ello.

La plenitud se encuentra en el interior, y el error fundamental del ignorante es su extroversión. Buscando la grandeza y la plenitud en el mundo exterior, corre detrás de su sombra.

Volver hacia el interior. Tomad conciencia en vosotros mismos de la infinita grandeza, y de la total plenitud de vuestra naturaleza Divina. Entonces el mundo exterior se hará fantasmal para vosotros. Entonces, toda búsqueda de honores en el mundo exterior os parecerá vano y estúpido a la luz de la gloria que resuena en vosotros. Entonces, toda avidez de cara a la consecución de cosas exteriores os abandonará en el seno de vuestra plenitud perfecta a la cual nada se puede añadir. Entonces vuestra mirada posándose sobre las cosas de este bajo mundo, será imbuida de una indiferencia real.

Pues sabedlo, vosotros sois de la raza de los Reyes, y debéis aprender a hacer rugir vuestra realeza.

Repitámoslo: Tomando consciencia de vuestra realeza, debéis instalar las manifestaciones de esta realeza en vuestro comportamiento cotidiano. En esto reside un potente secreto iniciático, pues aquel que toma el hábito de comportarse aquí abajo como un Rey exiliado en una tierra extranjera, constatará que actuando de esta forma, se afirma victoriosamente en el Despertar.

Haced pues guardia en toda circunstancia para conservar la solemnidad y la dignidad que son una herencia de vuestro rango. Tomad altura de cara a las debilidades humanas. Aquel que es consciente de su dignidad intrínseca verá desaparecer de él toda una cohorte de tentaciones, de impotencia y de impureza. La toma de consciencia de vuestra grandeza creará alrededor de vosotros una aura protectora.

En realidad muchos hombres de Conocimiento están sujetos a múltiples debilidades e impurezas, simplemente porque no han dejado desarrollarse en ellos el sentimiento de su dignidad.

Una timidez les retiene, y ellos tienen temor del orgullo. Este temor del orgullo es una trampa sutil y extremadamente perniciosa, que mantiene a numerosos príncipes en los límites de la ilusoria esclavitud en la condición humana.

Sabedlo de una vez por todas: Sois grande y glorioso. Vuestra gloria y vuestra grandeza deslumbradora, sobrepasa todo lo que es expresable. Vosotros sois la Divinidad adorada desde la aurora de los tiempos de múltiples religiones.

Comprended pues que todo rastro de humildad es una inhibición, que os impide vivir plenamente al nivel de vuestra verdadera naturaleza, y que mantiene en vosotros la ilusión de ser un hombre.

Decir: “Yo no soy más que un pobre pecador”, es una toma de consciencia lúcida y purificadora para aquel que está identificado con el hombre; pero para aquel que por la desidentificación se halla en el sendero del Esoterismo, es un error mortal.

La afirmación de la grandeza de Dios para Dios mismo, no es una manifestación de orgullo, es una descripción objetiva de la Realidad.

Si insistimos tan pesadamente sobre la necesidad de creer en vuestra grandeza, de fundiros en ella, y de manifestarla en vuestra vida, es por la razón siguiente: La dignidad es una fuerza, y si impregnáis vuestro comportamiento de dignidad, vais hacer brillar en vosotros mismos una fuerza que destruirá y despachará todo un conjunto de obstáculos en el camino espiritual.

Ser Rey, y ejercer el poder, son dos cosas indisociables. Vuestro poder de Rey es el de vuestra voluntad. Es un poder natural y espontáneo, que se ejerce sin violencia y sin crispación.

El fausto, el boato, la magnificencia de los Reyes tiene siempre subyugado a los elementos inferiores de la humanidad. Es lo mismo en el interior de este hombre que lee estas líneas. Para él vosotros sois su Rey. Si el Rey expresa claramente y cotidianamente su magnificencia, todo un conjunto de características psíquicas que componen este hombre van a ser subyugadas por la claridad de vuestra dignidad real. Estos elementos psíquicos, que eran de sujetos indóciles y rebeldes, van entonces a
volverse fieles servidores.

Por lo tanto, los edictos de vuestra voluntad serán respetados y el Rey que sois se hará obedecer perfectamente en el interior de su reino.

Creernos. Es un hecho experimentable que podéis verificar. Instalaros en el sentimiento de vuestra Divina grandeza, y veréis crecer vuestra capacidad de dominar el hombre, así con vuestra aptitud a permanecer en estado de Despertar.

Realizarse espiritualmente, es después de haber disipado la pesadilla de nuestra identificación con el hombre, y reconocida la realidad de nuestro origen, subir al trono, depositar la corona sobre nuestra cabeza, y ejercer el poder.

Si preferís un lenguaje más psicológico, diremos que el reconocimiento de nuestra dignidad en la vida cotidiana, crea un mecanismo de transformación de las fuerzas psíquicas, en virtud del cual todas las antiguas energías egóticas que antes se focalizaban en la identificación con el hombre, invertidas en la búsqueda de honores, de la consideración, del poder y de la codicia de un mundo exterior, se encuentran ahora absorbidas en el mundo interior y cautivas de nuestro poder y de nuestra plenitud Divina. Desde entonces, estas energías que antes eran obstáculo para el camino espiritual, aprovechan ahora su aliento vital, y contribuyen en gran medida a su finalidad.

Es necesario recordarlo: La realización espiritual no se obtiene por medio de una negación de las energías inferiores, sino gracias a su sublimación.

Consideraros como un actor asumiendo un papel delante de las cámaras invisibles. Deciros: “En lo sucesivo en mi vida cotidiana voy a asumir el papel de un Rey. Voy a comportarme de una manera real”. Haced esto y seréis rápidamente sorprendidos de los resultados.

Que vuestro andar, vuestros gestos, vuestras miradas, que la expresión de vuestra cara estén impregnados de una belleza real. Pero atención, el sentimiento de vuestra realeza debe enraizarse en la toma de consciencia de vuestra naturaleza Divina. No es en tanto que hombre que os sentís ser Rey. Es porque os sentí uno con Dios, que sobre esta tierra sois entre los hombres un Rey oculto.

Permaneced constantemente conscientes de vuestra dignidad real. Aunque vuestro aspecto sea el del común de los mortales pues vosotros sois un Rey oculto, no seáis negligente ni dejaros llevar por ella. La apariencia exterior cuenta. Ella resuena en la interioridad.

Al igual que vuestros vestidos, vuestra casa debe estar limpia. Un Rey en el exilio, desprovisto de sus servidores no debe dejarse llevar, abandonar. Limpieza y dignidad van juntas.

En vuestras relaciones con la sociedad, la más estricta honestidad y veracidad son de rigor. Jamás, en ninguna circunstancia cualquiera que sea, un Rey se rebaja a robar o mentir. Prefiere morir de hambre o guardar silencio.

El coraje es igualmente una virtud que os es inherente. Lo que se debe hacer se hace, cualesquiera sean las circunstancias. El temor a la muerte no puede existir en aquel que se siente inmortal. En cuanto a los sufrimientos posibles, ellos son otras tantas pruebas heroicas, a través de las cuales demostráis vuestro valor.

Hágase respetar en todas sus relaciones. Romped toda relación con quien no os respeta. Es indispensable. Respetad a los demás pero exigid que os respeten, y sobre todo que se respete vuestro derecho a la contemplación en un mundo que lo ignora.

Comportaros como un Rey cuando estáis en sociedad y cuando estáis solo. En la etiqueta de algunas cortes reales, los momentos de intimidad del monarca eran extremadamente reducidos. Esto contiene un poderoso símbolo: no existe ningún momento en el que el Rey deja de ser Rey.

Habiendo desaparecido las barreras de la limitación egótica, usted sabe que el universo le mira a cada instante, y que todo lo que hace, dice o piensa queda consignado para siempre en la memoria cósmica.

No existe ya para vosotros momento de soledad en el cual podéis “dejaros ir”, dejar de ser Rey, para parecer un simple mortal. Esta soledad no existe más. Constantemente, el Rey tiene miles de ojos dirigidos sobre él, lo sabe y actúa en consecuencia.

Desarrollad en vosotros la sensación limpia de vivir cada instante bajo la mirada del universo. Siendo consciente de esto, comportaros con la dignidad de un Rey Divino.

La presente vida humana es un fragmento de la gesta heroica que usted escribe en el libro de la Eternidad. Vigile cuidadosamente que ningún episodio, incluso el más ínfimo o solitario sea indigno de usted.

El Rey es sin cesar observado por los sujetos de su reino, y desde este punto de vista no existe ninguna soledad en la que él pueda esconder sus debilidades. Es por ello que un gran Rey no conoce la debilidad.

Si bien no conoce la soledad, el Rey vive en un gran aislamiento. Este aislamiento proviene del hecho de que el Rey se mantiene a distancia de todo lo que es sucio o impuro. Debe ser lo mismo para vosotros. Cultivar un aislamiento sistemático de cara a todos los aspectos impuros y degradantes de la sociedad.

Si las circunstancias os obligan a estar momentáneamente en contacto con la impureza, aceptadla con impasibilidad. Se trata de una prueba que va a reforzar vuestra fuerza interior. Pero no aceptéis de vuestra propia iniciativa, ningún contacto regular con la impureza.

Introducid en vuestra propia forma de vivir una distancia real de cara a la sociedad. No olvidéis que sois un monarca en el exilio y que vuestro reino no es de este mundo.

Evitad pues todo contacto prolongado, no dictado por la necesidad de contingencias materiales, con gentes y lugares que cultiven y lleven a cabo influencias antiespirituales. Tomad distancia. Tomad altura.

Vuestra condición real, no debe solamente manifestarse en vuestros actos y palabras. Debe igualmente revelarse en el mundo de vuestros pensamientos. Debéis aprender a pensar de una manera real.

Pensar de una manera real, es pensar, no ya a partir del pequeño punto de vista de un ego acaparador, sino del de un monarca preocupado por el bienestar de sus súbditos.

De esta manera, vuestra gran preocupación debe ser, saber como derramar la Luz del Despertar en este mundo de sueño y de tinieblas, y no la de asegurarse vuestro confort o éxito social.

Pensar de una forma real, es pensar de una forma cálida radiante y generosa. Se trata de un modo de pensar que puede contener la severidad, pero jamás el odio o el rencor.

Como vuestras palabras, vuestros pensamientos son una palanca real, derramando su bendición sobre todos los seres vivientes.

Qué importa lo que algunos de ellos pueden hacer a este vehículo humano que utilizáis. Incluso si se busca perjudicar con maldad, el asunto es de una importancia secundaria que no merece que le prestéis una gran atención. Hacerlo, sería mostrar un resto de identificación con el hombre.

El hecho es que nadie puede alcanzar a vuestro Ser real, sino solamente a vuestro vehículo físico, vivir este sentimiento de invulnerabilidad debe engendrar una gran indulgencia de cara a los que quieren perjudicar al hombre que usted habita. Estos hombres son niños que yerran en las tinieblas y que aterrorizados por su propia pesadilla, se vuelven agresivos o malévolos. Amad a estos pobres desheredados, y haced llegar a ellos vuestro amor o compasión. Pues el más grande regalo que podéis hacerles, es que les ayudéis a despertarse para que de esta forma salgan de las tinieblas que ponen fin a su pesadilla.

Debéis vigilar vuestros pensamientos con una gran vigilancia y rechazad todo pensamiento indigno de vosotros.

Todo pensamiento negativo debe ser observado, desacreditado y ridiculizado. Siendo hecho esto en el seno de un diálogo interior, cultivad en seguida un pensamiento positivo que le sea completamente opuesto.

Haceos maestro de vuestros pensamientos, y reinad sobre ellos.

A lo largo de vuestros días, cada vez que entréis en contacto con gentes, o bien cuando penséis en ellos, tomad el hábito de enviarles efluvios de amor, de luz y de poder. De tales efluvios, tomando el pensamiento como soporte, son más que pensamientos.

Sabedlo, en tanto que Hijos de Dios, sois un canal por el cual la Gracia Divina se vierte sobre la humanidad. Apartad igualmente de vuestro espíritu toda preocupación bajamente material. Tomad las decisiones necesarias y guardad el espíritu libre.

Jamás, jamás toleréis que permanezca en vosotros la impureza bajo la forma de rencor, de envidia, de celos, de maldad, de descorazonamiento o de pesimismo y otras estupideces. Guardad vuestro espíritu limpio. ¡Guardad vuestro espíritu limpio!.

Desarrollad en vosotros una gran repulsa por los pensamientos negativos. Es una forma de sensibilidad que debe desarrollar la observación mental. Descartad con horror esas inmundicias psíquicas. Si no seréis un Rey sentado sobre un montón de estiércol.

Cada iniciado es un Faraón. Haceos un Rey, por vuestro Conocimiento, por vuestro comportamiento, por vuestros gestos, por vuestras palabras y por vuestros pensamientos, que esto sea vuestro objetivo.

Cuando este objetivo está plenamente conseguido, el Cristo, el único Hijo de Dios que se manifiesta en todos los Profetas, Sat Guru, y Avataras, revela su gloria en vosotros mismos.

Que esto sea vuestro propósito, incluso si al principio no sois más que un pequeño rey, un cuarto o un décimo de rey, desde ahora vivid de una manera real.

Si nosotros hemos utilizado abundantemente el simbolismo de la realeza es porque se trata de un símbolo operativo. No se trata de comprender, por medio de la Gnosis, que sois simbólicamente comparable a un Rey. Repitámoslo, el simbolismo real es un simbolismo operativo, esto quiere decir que debéis utilizarlo de una manera práctica, con el fin de hacerlo un instrumento de vuestra realización espiritual.

El procedimiento es simple: Como un actor en una obra de teatro, el teatro de la vida, debéis imitar, y después asumir las maneras de un Rey.

Al principio, la imitación puede ser artificial, después poco a poco deviene parte integrante de la personalidad humana, que debéis dar forma y utilizar.

De esta forma entrenaos cotidianamente en pensar y actuar como un Rey.

Los primeros Reyes eran grandes Maestros espirituales, y es por ello que el modo de vida de los Reyes contiene tantos elementos espirituales significativos.

Para acabar, es preciso señalar que el uso operativo del símbolo de la realeza es una ayuda que permite alcanzar una de las etapas que se encuentran a lo largo del camino de la Sabiduría y que a renglón seguido, siendo superada esta etapa e instaurándose nuestra naturaleza Divina, convirtiéndose en nuestro estado natural y espontáneo, toda noción de realeza desaparece, así como todo esfuerzo para obtener y mantener una dignidad real.

El Sabio está más allá del Rey. Y aunque está más allá del Rey y no hace ningún esfuerzo para comportarse como un Rey, hay en él una dignidad y una majestad que le son naturales y que son verdaderamente reales.

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