EL SÍ
Entrad en el silencio de vuestro Sí. Conocéis vuestro yo superficial, el yo de la personalidad psicológica y social. Sin embargo, la superficie no tiene ninguna significación sin la profundidad que la engendra. Por ello es necesario que conozcáis vuestra identidad profunda, es necesario que conozcáis lo que sois realmente. Vuestra identidad esencial podemos llamarla el Yo transcendental, el Yo profundo, nosotros la llamamos aquí, vuestro Sí.
Entrad, pues, en el silencio de vuestro Sí. Sois el espectador silencioso del mundo. Tomar consciencia de vuestra existencia espectadora es entrar en el silencio de vuestro Sí.
A cada instante la presencia silenciosa de la consciencia del Sí permanece en vosotros. A menudo ella se halla nublada, disimulada, velada porque la atención está dirigida a las percepciones del mundo, o bien de los pensamientos. Sin embargo el que vuestra atención esté perdida o no en el océano de las percepciones absorbentes, no cambia nada para la consciencia del Sí que permanece inalterable. La olvidáis o la encontráis, pero ella permanece.
No la olvidéis y focalizad vuestra atención sobre su presencia. Es una experiencia inmediatamente posible. En ese mismo instante sentís que sois el espectador del mundo. Cualquiera que quiera, puede constatar que este espectador es perfectamente silencioso. Quien no percibe su silencio se confunde con los pensamientos. Son ellos quienes juzgan, analizan, recuerdan. Quien se vuelve, por medio de este sencillísimo movimiento interior, el espectador de todo lo que es perceptible, conoce el Silencio.
Cuando la consciencia se exterioriza, estáis sumergidos en el mundo. Cuando la consciencia se interioriza, podéis estar sumergidos en el mundo de vuestros pensamientos, de vuestros recuerdos, de vuestras impresiones, y de vuestros fantasmas. Si es así, a vuestra introversión le falta profundidad; es preciso ir más lejos, es preciso retiraros más profundamente en vosotros mismos, de tal forma que os volváis el espectador del mundo físico y psíquico. Habiendo comprendido eso, no os detengáis demasiado en el mundo psíquico. El que le presta demasiada atención lo refuerza y lo vuelve más difícil de superar por el instante presente. Aquel que sabe que puede ser el espectador del mundo exterior y del interior no ha de prestar una atención particular a la interioridad psicológica. Él se instala en la interioridad de la interioridad y se vuelve el espectador indiferente de todo. Tal espectador no tiene
ninguna preferencia por las percepciones externas o internas, es el espectador total, eso es todo. Deja venir a él todo lo que llega hasta su consciencia, pero no se interesa por nada. Si viene un pensamiento, lo deja venir; si una percepción visual o auditiva se impone, la acepta igualmente. Así ve las cosas aparecer y después desaparecer. Toda su atención está invertida en la percepción de sí-mismo. Y es en esta percepción donde conoce su propio silencio. Con el silencio viene la tranquilidad, después la paz. Es una paz ligera, serena y dulce. En la percepción del Sí hay también un frescor que tranquiliza, una alegría muy sutil y discreta que chispea ligeramente.
Cuanto más se centra nuestra atención en la percepción del Sí, más se ralentizan los pensamientos y menos fuerza tienen las percepciones del mundo. Aquel que se vuelve consciente del Sí, mira al mundo sin verlo. Está perfectamente interiorizado. Permanece en una soledad vasta y feliz. Nada ya le solicita. Las pasiones y los deseos se han apagado.
En un gran número de casos la percepción del silencio interior del Sí-mismo precede a la percepción del vacío. El vacío es el espacio en el que se desarrolla infinitamente el silencio.
Cuando al percibir el silencio, vuestra atención se sumerge completamente en Él, constatáis que no tiene límite espacial. Entrando en esta ausencia de límites, percibís, entonces, que sois el infinito. Os volvéis inmensos y, de inmensidad en inmensidad, caminaréis hacia el insondable e inconmensurable vacío.
Volveros, pues, lo que sois y que habéis olvidado. Dejad de tomaros por un individuo. Despertad a vuestra Realidad impersonal e inmutable.
La inmutabilidad del vacío proviene del hecho de que contiene todo. Sólo los contenidos se mueven en el interior del contenedor, que no puede desplazarse de ningún modo, ya que siendo el espacio mismo a dónde va a ir.
Fundiros en este mar sin riveras. Volveros el vacío eterno. Por la percepción de vuestro Sí, desplazad poco a poco vuestro sentimiento de existencia y sentiros existir como el Sí. Entonces, para vosotros ya no habrá más nacimiento ni muerte. Disipando la ilusión de la individualidad, os volveréis la Realidad impersonal e intemporal, que perdura en su inmutabilidad informal.
Cuando saliendo de vuestro Sí, prestáis atención a la gente que os rodea, observáis inmediatamente que son inconscientes de su Sí, de su Realidad profunda. Los contempláis agitándose sobre la superficie de ellos mismos. Mirad la multitud de gestos, palabras y pensamientos, con los que se enmascara su Realidad profunda. Esta turbulencia egótica se apega a múltiples baratijas y así resiste a la Revelación del Vacío y del Silencio Eterno. Veis a la gente como envolturas de carne y de pensamientos, envolturas sin consistencia, envolturas ignorantes del Vacío que ellos contienen.
En cada persona, más allá de las apariencias sustanciales, encontraréis vuestro propio Vacío, vuestro propio Silencio. Como los vasos comunicantes, todas las individualidades vivientes acaban en el océano informal de la misma consciencia, cuya vacuidad y plenitud resplandecen en cada uno, detrás de la envoltura corporal y la envoltura psíquica. Saliendo de vuestro Sí, encontraréis la misma realidad en cada individuo, y en consecuencia sabéis por experiencia que no existe más que un Sí. La identidad de cada persona es nuestra identidad. No hay más que una identidad. No hay más que una Realidad profunda. La diversidad de personas no aparece más que en la superficie, en esta superficie ruidosa y coloreada que está puesta sobre el Vacío.
En verdad, todas las formas contienen el Vacío, he aquí lo que se os muestra claramente.
¿Esta diversidad, este movimiento del mundo, de dónde viene?. Para saberlo es necesario cerrar los ojos y sumergiros en vuestro Sí, dentro del frescor eterno del Silencio interior. Es necesario absorberos totalmente en vuestra Realidad profunda. Llegará un momento en que el pensamiento se detendrá completamente. Entonces os habréis fundido en el Vacío Infinito. Permaneced más allá de toda idea de fusión. Cuando saliendo de vuestro Sí volváis al mundo y abráis los ojos, sabréis que todo
este universo surge sin cesar del Vacío.
El mundo entero, con sus innumerables galaxias emerge del Vacío de vuestro Sí. El mundo sale de vosotros mismos y se reabsorbe allí. Esto lo aprendéis de la experiencia.
De este vacío sale una energía infinita, que engendra múltiples formas de pensamientos que se vuelven sustanciales. El mundo entero es una creación mental. Por supuesto, no del mental del hombre que ahora lee, sino del mental cósmico, del cual el mental humano no es más que un minúsculo pero indisociable fragmento.
Considerando el mundo sin su aspecto perceptible decimos: “Es una creación del pensamiento cósmico”. Considerando el mundo sin su aspecto dinámico decimos: “El mundo es una manifestación de la Energía Cósmica”.
De la misma forma que este Vacío es nuestro Sí, este pensamiento y esta Energía Cósmica son nuestra manifestación. No le pidáis a la parcela ver la totalidad. No le pidáis al hombre que vea el conjunto del universo. Pero comprended que habiendo dejado al hombre, y siendo por un momento lo no-manifestado, lo manifestado se vuelve nuestra manifestación.
Cada vez que descendéis de nuevo al nivel del hombre, seréis de nuevo una parcela del mundo. Cada vez que os sumerjáis en el vacío, el mundo será vuestra manifestación.
Este conocimiento debe impregnar el nivel del hombre, la parcela humana dejará de creerse que es una entidad separada.
Al abrir de nuevo los ojos, miráis a los que os rodean, impregnado de la experiencia precedente, no los percibís ya como marionetas vacías, veis en ellos vuestra propia manifestación. Son vuestro cuerpo. Son la concretización de vuestra energía. Entonces sentís que los otros son igualmente vuestro Sí. Ellos son vosotros mismos, pues lo que sois, es a la vez el Vacío sin fin y el resurgimiento de los mundos.
Igual que el ignorante se dice: “Yo soy un cuerpo y un mental”, vosotros decís: “Yo soy el Vacío Infinito y el universo”. Yo soy indisociable del Vacío e indisociable del universo”. Poco a poco, este conocimiento adquirido por la contemplación, impregnará toda la vida del hombre.
Si cultiváis la percepción del Vacío, las percepciones exteriores serán vuestra manifestación.
El otro ya no es distinto de vosotros. Sois la montaña y el pájaro. Sois la flor y el océano. Sois el Sol y las Estrellas. ¡Que este sentimiento de unidad ilumine todos vuestros días, y transforme la vida humana!.
En consecuencia el universo es el campo de vuestra energía. Sois libres. La parcela no es más que un juego de lo Único.
Jugad eternamente sumergiéndoos en el Silencio y nadando en el ruido. Id por el universo de múltiples condiciones de existencia. ¡Que vuestra felicidad crezca y supere todo lo que se pueda expresar!.
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