La aspiración hacia lo alto
Como espíritu, aspiráis a una belleza y a una plenitud que no son de este mundo. Este sentimiento profundo es un corolario de la sensación de ser un extraño en este mundo.
Todos los que han despertado en ellos mismos su naturaleza de espíritu y que se sienten ajenos a la multitud de seres humanos que, de manera muy mayoritaria, viven en el nivel del alma pasional, sienten una confusa nostalgia por un mundo sin violencia, un mundo de paz y belleza. Sabiendo que no son "de este mundo", aspiran a volver a su patria celestial.
Si esta aspiración hacia lo alto no se produce de forma espontánea, debéis cultivarla, ya que tal aspiración transmuta la energía psíquica que engendra la ruptura interna que se produce cuando uno se siente extraño al mundo. Retraerse de todas esos elementos repelentes que difunde la vida colectiva de los animales humanos sin que crezca una aspiración hacia lo alto, es correr el riesgo de caer en un pesimismo depresivo, o un rencor amargo.
Esa es la razón por la cual, cuanto más os afecte la bajeza humana, cuanto más debe crecer vuestro ardor espiritual.
Tras constatar que este mundo no puede satisfacer vuestras aspiraciones espirituales más profundas, toda vuestra energía debe ser dirigida hacia la preparación de vuestra salida de la prisión terrenal. Porque hay que afirmarlo claramente, decirlo alto y claro:
Para el que aprehende la vida humana como espíritu, la muerte es una esperanza y una expectativa.
Si para un materialista la muerte es el final de todo, la persona espiritual encuentra en la muerte la finalidad de la vida encarnada. Estamos todos "nacido para la muerte", puesto que somos destinados a morir.
Para aquellos que no tienen una firme creencia en la vida póstuma, la vida humana, que inevitablemente terminará con la muerte, tiene un carácter de absurdo y de inutilidad al que los ateos tratan de no pensar para evitar hundirse psicológicamente. Para "no pensar en eso," ellos se embrutecen con un exceso de trabajo o de disfrute. Exceso que sirve de velo. Por contra, el que sigue un proceso espiritual sabe que el propósito de la vida humana se encuentra en la muerte física y en los estados póstumos que la siguen. Su vida en la tierra es solamente un episodio en su recorrido existencial global.
Sin embargo, el hombre de fe que tiene un enfoque espiritual no se ve tentado por el suicidio, porque sabe que la preparación que permite el éxito espiritual de la muerte física es larga y ardua.
Espera a la muerte como una liberación, pero no quiere echar a perder su salida del cuerpo. Él sabe que si no se ha preparado lo suficiente, tendrá que sufrir nuevamente una encarnación terrestre y eso no lo quiere a ningún precio.
También sabe que durante su presencia en la tierra, está pagando sus deudas kármicas, y que las pruebas terrenales que sufre son deudas de las cuales se libera, lo que favorece el éxito de su salida de la tierra.
Su tarea terrenal es clara:
- Sufrir con ecuanimidad las pruebas que se ha ganado kármicamente.
- Purificar y controlar el vehículo humano a través de la disciplina.
- Desarrollar su Conocimiento espiritual y vivirlo.
Con respecto a esta tarea, puede desear tener una larga vida encarnada, para que su recorrido sea lo más perfecto posible. Sin embargo, al sufrir las pruebas del destino, al trabajar a la purificación y al control del vehículo, al profundizar en su Conocimiento de lo divino, sabe que sólo se está preparando para la muerte que no debe temer, porque señalará su regreso a la patria celeste de la cual se encuentra exiliado.
La aspiración hacia lo alto puede tener una connotación devotiva o no devotiva.
Bajo su forma de devoción, es la voluntad, el intenso deseo de unirse con Dios, de perderse en El en un acto de amor, con el fin de unirse con El.
Bajo su forma no devotiva, es la voluntad, el intenso deseo de conocer el Absoluto para reencontrar en el nuestro Sí, nuestra Identidad más profunda.
Cualquiera que sea la formulación, lo que importa es la intensidad, el ardor del deseo. Ardor que también se manifiesta en un fenómeno de transmutación. Cuanto más nos desapeguemos del mundo, cuanto más cortemos ataduras a este mundo, cuanto más crecerá la fuerza de Realización espiritual.
Todos los que han despertado en ellos mismos su naturaleza de espíritu y que se sienten ajenos a la multitud de seres humanos que, de manera muy mayoritaria, viven en el nivel del alma pasional, sienten una confusa nostalgia por un mundo sin violencia, un mundo de paz y belleza. Sabiendo que no son "de este mundo", aspiran a volver a su patria celestial.
Si esta aspiración hacia lo alto no se produce de forma espontánea, debéis cultivarla, ya que tal aspiración transmuta la energía psíquica que engendra la ruptura interna que se produce cuando uno se siente extraño al mundo. Retraerse de todas esos elementos repelentes que difunde la vida colectiva de los animales humanos sin que crezca una aspiración hacia lo alto, es correr el riesgo de caer en un pesimismo depresivo, o un rencor amargo.
Esa es la razón por la cual, cuanto más os afecte la bajeza humana, cuanto más debe crecer vuestro ardor espiritual.
Tras constatar que este mundo no puede satisfacer vuestras aspiraciones espirituales más profundas, toda vuestra energía debe ser dirigida hacia la preparación de vuestra salida de la prisión terrenal. Porque hay que afirmarlo claramente, decirlo alto y claro:
Para el que aprehende la vida humana como espíritu, la muerte es una esperanza y una expectativa.
Si para un materialista la muerte es el final de todo, la persona espiritual encuentra en la muerte la finalidad de la vida encarnada. Estamos todos "nacido para la muerte", puesto que somos destinados a morir.
Para aquellos que no tienen una firme creencia en la vida póstuma, la vida humana, que inevitablemente terminará con la muerte, tiene un carácter de absurdo y de inutilidad al que los ateos tratan de no pensar para evitar hundirse psicológicamente. Para "no pensar en eso," ellos se embrutecen con un exceso de trabajo o de disfrute. Exceso que sirve de velo. Por contra, el que sigue un proceso espiritual sabe que el propósito de la vida humana se encuentra en la muerte física y en los estados póstumos que la siguen. Su vida en la tierra es solamente un episodio en su recorrido existencial global.
Sin embargo, el hombre de fe que tiene un enfoque espiritual no se ve tentado por el suicidio, porque sabe que la preparación que permite el éxito espiritual de la muerte física es larga y ardua.
Espera a la muerte como una liberación, pero no quiere echar a perder su salida del cuerpo. Él sabe que si no se ha preparado lo suficiente, tendrá que sufrir nuevamente una encarnación terrestre y eso no lo quiere a ningún precio.
También sabe que durante su presencia en la tierra, está pagando sus deudas kármicas, y que las pruebas terrenales que sufre son deudas de las cuales se libera, lo que favorece el éxito de su salida de la tierra.
Su tarea terrenal es clara:
- Sufrir con ecuanimidad las pruebas que se ha ganado kármicamente.
- Purificar y controlar el vehículo humano a través de la disciplina.
- Desarrollar su Conocimiento espiritual y vivirlo.
Con respecto a esta tarea, puede desear tener una larga vida encarnada, para que su recorrido sea lo más perfecto posible. Sin embargo, al sufrir las pruebas del destino, al trabajar a la purificación y al control del vehículo, al profundizar en su Conocimiento de lo divino, sabe que sólo se está preparando para la muerte que no debe temer, porque señalará su regreso a la patria celeste de la cual se encuentra exiliado.
La aspiración hacia lo alto puede tener una connotación devotiva o no devotiva.
Bajo su forma de devoción, es la voluntad, el intenso deseo de unirse con Dios, de perderse en El en un acto de amor, con el fin de unirse con El.
Bajo su forma no devotiva, es la voluntad, el intenso deseo de conocer el Absoluto para reencontrar en el nuestro Sí, nuestra Identidad más profunda.
Cualquiera que sea la formulación, lo que importa es la intensidad, el ardor del deseo. Ardor que también se manifiesta en un fenómeno de transmutación. Cuanto más nos desapeguemos del mundo, cuanto más cortemos ataduras a este mundo, cuanto más crecerá la fuerza de Realización espiritual.