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LA REALIZACIÓN INMEDIATA

Ninguna distancia nos separa de la realización espiritual. El Despertar está en nosotros en este mismo instante.
Tomar consciencia de ello es dejar de dormir para Despertar.
El Despertar está en nosotros, siempre lo ha estado.
Desde el comienzo de nuestra vida, lo rozamos sin cesar.
A menudo, ciertos de sus resplandores nos han iluminado sin saberlo.
No hay que crear o esperar el Despertar, pues la raíz de nuestra consciencia siempre ha estado Despierta.
Cómo podría ser de otro modo si el conocimiento de la realidad ontológica transcendente constituye su propia naturaleza.
¿Qué queda pues por hacer?. Debemos disipar de la mente lo que constituye un olvido de la percepción transcendente.
Para que el Despertar se manifieste en este nivel mental, que es el de la personalidad humana, debemos desalojar los procesos constructores que interponen sus pantallas. Despertarse espiritualmente no es alzarse sobre ninguna cima, es simplemente tomar consciencia de las construcciones mentales que nos impiden percibir la Realidad, y con un dulce movimiento interior, apartarlas.
Nada nos separa del Despertar, o muy poca cosa: una simple disposición mental, otra forma de mirarnos y de mirar al mundo.
En definitiva no hay ningún progreso a realizar, ningún sendero espiritual que recorrer, ningún grado, ninguna meta a alcanzar.
Es suficiente con hacer esto tan simple: vivir el momento presente, abandonando las viejas construcciones mentales y rechazando el construir otras nuevas. Permaneced así, despojados y receptivos al infinito, en el cual nos sentimos sumergidos. Aceptad enteramente y sin ninguna reserva el presente. No juzgad en función del pasado, sino vivir con el ojo nuevo y maravillado del niño.
Es muy simple. ¡Es tan simple!.
La mente tiene miedo, y nos susurra al oído que esta simplicidad es engañosa.
Es falso, no hay nada más simple. Es la simplicidad misma.
Sólo una mirada sencilla puede percibir la limpieza de la vida.
Cuando el Despertar se manifiesta, ningún fenómeno extraordinario se produce. Nada de redobles de tambores celestiales. Ni estadillos luminosos. Ni visiones extraordinarias y maravillosas. Es la vida la que es extraordinariamente maravillosa. Es la vida la que, en su simplicidad, posee una transparencia transcendente.
Henos aquí bien lejos de las ensoñaciones egóticas de los que se imaginan la realización espiritual como el acceso a un estado sobrehumano.
Proyectar las ambiciones y los sueños locos del ego en la realización espiritual, es una forma de actuar lamentablemente clásica.
Por el contrario, aceptar la simplicidad y el desapego de la verdadera realización, en la cual nada nos distingue aparentemente de los otros hombres. Aceptar una realización que no está unida a ningún poder mágico, a ninguna gloria manifiesta. Una realización en la que exteriormente somos simples hombres, llevando la vida banal de todos los hombres, es estar maduros para una realización efectiva.
Cuando el Despertar transcendental está ahí, todo es como antes. Aparentemente nada ha cambiado, nuestra forma de ver y de pensar es un poco diferente. Tan poco, en un sentido, y tan radical en otro. Nos sentimos más tranquilos, la vida es bella y nos sentimos felices. Eso es todo.
Sin embargo, en otro lugar habíamos dicho que había que esforzarse para lograr el Despertar. ¿Es esto exacto?. Sí, es indispensable para el que comienza. Esto no es contradictorio, pues la perseverancia y la progresión son necesarias mientras creamos en ellas. Pero cuando habiendo asimilado el conjunto de la mayéutica nos damos cuenta de la posibilidad de una realización inmediata, entonces la realización inmediata se convierte en algo efectivamente posible.
Así, debemos distinguir dos etapas. La primera, toma de contacto,  estudio, profundización, y puesta en práctica progresiva de la mayéutica.
La segunda etapa, que debería llegar lo antes posible, en función de las predisposiciones personales, consiste en tomar consciencia de la posible inmediatez de la realización transcendente, en realizar esta inmediatez.
En muchas personas, el paso de la primera a la segunda etapa, encuentra resistencias. Ciertas personas están en desacuerdo con el conjunto de lo que constituye la esencia de la mayéutica, pero lo que se niega a admitir es que la Realidad Transcendente, más allá de la cual no hay nada, pueda ser percibida desde este mismo instante. Hablan de grados, de progresión iniciática, de largos caminos, en realidad su ego tiene miedo de la proximidad del infinito, ante cuyo contacto, los fundamentos de sus estructuras se derrumbarían.
Admitir la mayéutica a título de teoría filosófica, de una metafísica, de un conjunto de conceptos espiritualistas, o incluso de una esperanza, de una finalidad lejana, no les molesta. Pero considerarla como un método que finalizaría en una experiencia transcendental que puede ser vivida desde este mismo instante, atemoriza secretamente a su ego. Este expresa su miedo por medio de una resistencia subterránea, que se manifiesta conscientemente por la evocación y utilización de múltiples teorías mentales con tintes espiritualistas destinadas a demostrar que “no es tan fácil como parece”. Tales afirmaciones, con la actitud psicológica que las acompaña, van al encuentro de las posibilidades reveladas por la experiencia, impidiéndoles manifestarse.
En el caso especial del incrédulo o del materialista, dicha resistencia del ego se encuentra reforzada por un conjunto de creencias de las que la personalidad está más o menos apegada. De ello resulta un bloqueo general, a menudo imposible de superar por una simple acción interior. El bloqueo en cuestión no podrá ser resuelto si no es una conversión progresiva en la que se comenzará por desprenderse emotiva y afectivamente del rechazo a la espiritualidad, adoptando inmediata e intelectualmente una comprensión espiritualista, y que al fin sea posible realizar en sí mismo una apertura a la percepción inmediata de la realidad transcendente, necesitando la superación de las resistencias del ego de las que acabamos de hablar.
Pero si no estás impedido por el bloqueo general de la incredulidad, tu objetivo debe ser el comprender que la Pura Consciencia vacía de contenido, está presente en el instante mismo, y que su percepción es de una extrema simplicidad.
La Liberación temporal está próxima. Toma consciencia de no ser el hombre, sino la Pura Consciencia. Al hacerlo, como la Pura Consciencia no ha estado nunca encadenada a la temporalidad, te encuentras en el mismo instante liberado del mundo.
Una simple toma de consciencia inmediatamente realizable basta. No caigas en las trampas de la mente. No es algo lejano, es, repitámoslo, una posibilidad inmediata.
Nada te separa de la Pura Consciencia. No hay ninguna evolución a realizar para alcanzarla. Toda evolución se sitúa en el seno de la temporalidad. En lo intemporal, ningún cambio es previsible, pues allí donde no hay tiempo no hay apariciones, ni desapariciones, ni mutaciones. Todos esos fenómenos exigen, por su propia naturaleza, una medida temporal. En lo intemporal, todo es inmutable. Por ello no hay ninguna evolución de nuestra naturaleza intemporal a realizar. En cuento a decir que debemos evolucionar para permitirle a nuestra naturaleza temporal percibir lo intemporal, es igualmente erróneo, pues la percepción de lo intemporal no es una especie de facultad nueva que hubiera que desarrollar en nosotros. Percibimos a lo intemporal constantemente, y nunca hemos dejado de percibirlo, lo que nos falta es volver esta percepción consciente.
Todo el mundo siente su existencia, sentir su existencia es percibir el Ser, que es Pura Consciencia intemporal.
Todos percibimos el Ser desde el nacimiento, pero a esta percepción nadie presta atención. La realización espiritual no consiste en realizar una nueva forma de percepción, sino en profundizar, despojándonos de todos los estorbos mentales y de las múltiples identificaciones, en la percepción que ha estado en nosotros desde siempre, y así, aprehenderla en toda su pureza.
La temporalidad no es más que un velo multicolor añadido a la intemporalidad del Ser Puro.
Sólo el hecho de poner la atención exclusivamente sobre el mundo exterior y el hombre, nos impide percibir la Pura Consciencia del Ser.
Basta con mirar con los ojos del espíritu para verla.  Basta con mirar. Es tan fácil mirar algo interiormente. Basta con pensar en ello, para dirigir nuestra consciencia en la buena dirección. Dirigir su percepción hacia ella misma, es decir, hacia su esencia inefable y pura en lugar de dirigirla hacia los contenidos evanescentes que la atraviesan, y que constituyen la personalidad humana, así como al mundo fenomenal que ella aprehende.
Pongamos fin a nuestra testarudez. El hombre se parece a un niño testarudo que guarda la cabeza enterrada en las tinieblas cuando todo es luz a su alrededor.
Contempla la plenitud sin fondo que está perpetuamente presente.

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