SER PURO
Cómodamente sentado, cierro los ojos y me desintereso del mundo, así como de los ruidos que, recordándomelo todavía, llegan hasta mí. De esta forma constato interiormente que existo independientemente del mundo.
De igual modo, dejando de prestar atención a las sensaciones corporales que puedan surgir, constato interiormente que existo independientemente del cuerpo.
Desinteresándome de todo pensamiento, de imaginaciones y sentimientos, constato interiormente que existo independientemente del psiquismo.
Así concentrado en mí mismo, indiferente a todo, experimento al Ser Puro.
Experimento mi existencia tal como es, independientemente del mundo y del hombre que son sólo percepciones para mí.
Constato que detrás de todo lo que se puede percibir, reside el puro e inmutable hecho de Ser. Mi Ser, mi pura existencia, sin cualificaciones, ni atributos individualizados.
Concentrando toda mi atención en este fondo de la interioridad, percibo un silencio, un vacío, un espacio.
Las percepciones, sean de la naturaleza que sean, pertenezcan al mundo exterior o bien al mundo psíquico, y que pueden imponérseme mientras permanezco concentrado en el Ser puro, no me molestan. Pertenecen a la superficie de las cosas; y yo, por medio de la concentración, entro en las profundidades.
Esta superficie de lo percibido, constituida por algunos pensamientos que todavía flotan, por algunos sonidos que reverberan aún en mis oídos, esta superficie no me molesta. Pues por medio de mi concentración sobre lo que se encuentra detrás de los sonidos, percibo el silencio impalpable. Detrás del mundo, percibo el vacío. Detrás de los pensamientos, el abismo.
Querer aniquilar las percepciones del mundo, los pensamientos que se formulan, sería una manera indirecta de prestarles atención y, por lo tanto, de reforzar su poder sobre mí. Evitando este error que algunos cometen, no rechazo nada, sino que presto atención a lo que se encuentra más allá, y así nada me acapara.
Con la repetición de esta práctica, mi atención se dirige cada vez más profundamente hacia lo que está más allá de lo percibido y, poco a poco, sin buscarlo, disminuyen las percepciones del mundo y los pensamientos.
Entro en el silencio sin fondo; entro en el espacio sin límites, en el vacío inconmensurable.
Entro en un silencio, en un vacío y un espacio que no son materiales.
Las palabras son incapaces de describirlos. Entro en lo informulable, en lo impalpable, más allá de todo concepto.
Y allí, sólo mi existencia subsiste. Mi pura existencia desnuda.
Comprendiendo que yo soy Eso, comprendo que siempre lo he sido, pues este impalpable no tiene principio ni fin; lo podemos percibir o no, eso es todo.
Esto es el puro hecho de ser. Esta suma inconmensurable de tranquilidad inmóvil y de silencio es lo que en realidad soy yo.
Es entonces cuando comprendo que me había estado confundiendo con cuanto percibía. Percibía un hombre y, falto de conocer mi verdadera, inalterable y profunda naturaleza, yo creía ser un hombre. Pero esta falsa creencia va a diluirse como la bruma frente al Sol.
Veo más allá de toda visión. Veo y sé lo que soy.
Soy el simple hecho de Ser.
Todo lo demás no son más que percepciones. El mundo no es más que un conjunto de percepciones coordinadas. En él no hay ninguna realidad profunda. La única realidad que no depende de ninguna otra realidad, es el puro hecho de Ser.
¿Esto significa que el mundo y el hombre no existen?. Sería absurdo. Lo que significa es que la naturaleza real del mundo y del hombre son las de una percepción. El mundo y el hombre no son ilusión, pues su percepción existe. Lo que es ilusorio es ver en ellos algo más que una simple percepción.
Comprendo que nunca he nacido. El nacimiento no ha sido otra cosa que el comienzo de unas percepciones que en este mismo instante todavía llegan hasta mí.
Este silencio maravilloso, esta densidad impalpable, este vacío que no es ausencia, ha sido siempre inmutable.
Mucho antes de la existencia del hombre.
Mucho antes de la existencia del mundo.
Tal y como yo me percibo, no estoy unido ni al mundo, ni al hombre, ni al tiempo. El tiempo es ese rastro que va dejando la sucesión de percepciones. Y yo no soy ninguna percepción. Yo soy la pura Consciencia del Ser puro.
Mi consciencia ha registrado todas las percepciones del hombre. Y la consciencia humana es el fragmento de consciencia unida a este registro. Pero mi consciencia global sobrepasa la existencia del hombre. Por ello mi consciencia no está limitada por la consciencia humana.
Yo percibo mi existencia pura, antes de que comenzaran las percepciones que componen lo que hemos dado en llamar la vida del individuo.
Percibo mi existencia pura después de que ha desaparecido el río de percepciones que llamamos universo.
Para mí, en mi propia naturaleza, no hay antes ni después, sino la inmutable eternidad del vacío y del silencio de la pura existencia.
Antes de la aparición del hombre, yo era el puro silencio sin límites. El hombre no ha sido más que una percepción que registra mi consciencia.
Una parcela de esta consciencia se ha quedado unida a lo que percibía. Ahora, esta parcela acaba de percibir la totalidad de su estado original e indiferenciado.
Esta parcela de consciencia está todavía unida a la percepción del hombre, y esto durante tanto tiempo como se manifieste la percepción humana.
¡Pero qué importa!. En lo sucesivo, esta percepción del hombre no será ya alienante.
¿Lo ha sido alguna vez?.
En realidad me doy cuenta de que no ha habido ninguna clase de alineación. No puede haber alineación para lo que es inmutablemente transcendente.
Una transformación se ha producido en el interior de lo percibido.
Antes de la experiencia interior que acaba de ser vivida, la percepción del hombre contenía una falsa creencia sobre la concepción de su realidad, y sobre la concepción de la realidad del mundo.
Ahora, la percepción del hombre sabe que no es más que una percepción que atraviesa el espacio intemporal de mi inmutable naturaleza.
Yo Soy desde toda la eternidad, y la efímera chispa de una percepción humana está ocupando parcialmente el campo de mi consciencia.
He aquí la Realidad.
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