EL PROCESO DE INICIACIÓN
El proceso de iniciación se resume en la adquisición de un dominio
de la atención.
Donde hay atención se encuentra la consciencia; y lo que se
convierte en consciente se transforma para nosotros en existente; pues de lo
que no somos conscientes, no existe para nosotros en realidad.
Nuestra naturaleza profunda es consciencia, por lo tanto donde se
encuentra nuestra consciencia, se encuentra nuestra naturaleza profunda.
Enseguida comprendemos por qué la iniciación es una disciplina de la atención.
Dominando mi atención coloco a mi consciencia donde quiero y de
esta forma adquiero el conocimiento de todo hacia lo que he dirigido mi
atención.
Aquel que comienza a interesarse por las cosas de la
espiritualidad y de la iniciación, oye hablar de toda clase de nociones que
para él son abstractas. Oye hablar de Dios, del alma, del más allá, de la
inmortalidad, etc...
Ser iniciado quiere decir ser introducido, introducido en la
realidad viva de todas estas cosas que son abstractas para un neófito.
Y, ¿cómo esas cosas abstractas, altamente hipotéticas para el
materialista, pueden convertirse para nosotros en una realidad experimentada?
Por el dominio de
la atención.
¿Cómo puedo conocer a Dios en su inefabilidad?
Dirigiendo la
atención hacia él.
¿Cómo puedo saber lo que es el alma?
Dirigiendo la
atención hacia lo que soy más allá del ser humano.
¿Cómo puedo experimentar que existe un más allá de todo lo que
percibo?
Dirigiendo la atención
sobre lo que se encuentra detrás de lo percibido.
¿Cómo puedo saber que soy inmortal?
Dirigiendo la atención
sobre lo que en mí no está unido al tiempo, y que es independiente del
nacimiento o de la muerte.
¿Cómo puedo obtener la paz?
Dirigiendo la atención
sobre la inmutable paz que perdura en mis profundidades.
¿Cómo puedo comprender a otro?
Dirigiendo mi
atención hacia él y a la unidad que a él me une.
¿Cómo mi comprensión de otro puede convertirse en amor?
Prestando atención
al lenguaje del corazón.
Inútil prolongar esta lista. Toda adquisición interior se resume a
una disciplina de la atención.
Gracias al dominio de la atención, lo invisible puede devenir para
mí en objeto de conocimiento.
Por el dominio de la atención, yo puedo aislarme del mundo y hacer
de éste una realidad insignificante. Pero de la misma forma, dominando la
atención puedo comprender y amar el mundo, conociendo al mismo tiempo todo lo
que está más allá del mundo, del ser humano y del tiempo.
Así, ser un iniciado es simplemente aprender a dirigir y dominar
la atención.
Quien comprende esto capta lo esencial. Quien capta lo esencial
puede eliminar lo accesorio. Eliminando lo accesorio, clarifica el fárrago de
interpretaciones y deformaciones sobre la iniciación. Se aleja de todas las
prácticas inútiles, evita las trampas que de una forma inconsciente han
colocado los que no han comprendido lo esencial, y lo que debemos hacer, nos
aparece claramente.
Para que lo espiritual sea objeto de experiencia, una atención
vaga o distraída no basta. Es necesario que la atención sea constantemente
dominada, entrenada, es decir, libre de toda distracción, y correctamente
dirigida.
Es este dominio y esta intensidad de la atención, lo que distingue
al iniciado del profano.
Ser dueño de su atención, es abrir la puerta de los reinos
superiores.
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